sábado, 30 de agosto de 2008

13 EL CAMPO




EL CAMPO
En nosotros, niños de la urbe, era impresionante el efecto que suscitaba el campo. Durante el curso escolar, solamente los jueves, que por la tarde era día de paseo, los PP. Salesianos nos sacaban a las afueras de la ciudad; salíamos hacia la "Media Luna", un descampado solitario, yermo e inerte. Allí corríamos y nos desfogábamos al aire libre, después y ordenadamente en fila de a tres, regresábamos al colegio para asistir a la Bendición, retornando a nuestras casas ya anochecido, un tanto aburridos por la monotonía diaria de la Misa matutina y Bendición vespertina, sabiendo que al día siguiente puntuales había que acudir otra vez a Misa de nueve, so pena de castigo perverso.

Para los que disfrutábamos el privilegio de tener familia en el campo, la cosa cambiaba radicalmente en verano. El campo era para nosotros, lugar donde disfrutar, en el que podíamos correr despreocupadamente entre los árboles atrapando bichos, o renacuajos a la orilla del río, y ver como la cigüeña, iba y venía transportando en su largo pico toda clase de sabandijas para alimentar a su nidada .
En las tardes veraniegas, después del toque de oración, era habitual ver a lo lejos algún que otro caminante, (siempre con su eterno sombrero de paja), regresando de las labores cotidianas, cantando alegremente aquellos cantares de antaño: – ­­¡Por el camino verde! …
También el cura paseaba hacia su casa portando el “llavón” de la Iglesia, el rostro enjuto y grave mirada, alargándole con indiferencia la mano a la chiquillería para darla a besar.

Por San Juan, partíamos presurosos, acompañados de nuestra madre hasta la parada de “La Serrana” –Así figuraba el rótulo en el autocar ("coche") de línea que hacía el recorrido entre Salamanca y Ledesma, parando en todos los pueblos y villorrios que encontraba a su paso.
Allí, en la parada, a modo de estación junto al mercado de San Juan la algarabía era grande. Se juntaban viajeros, acompañantes, recaderos y vendedores de golosinas. ¡Patatita americana!, ¡paquetito de caramelos oiga!...
El cobrador se apresuraba a colocar las maletas en la baca, donde también se acomodaban sobre todo los mozos, viajando al aire libre, como si de aeroplano ultraligero se tratara, marchaban felices, charlando y tarareando coplas, traspasando el viento calentorro de junio.
El viejo autobús subía la cuesta de los pizarrales renqueado con un sonsonete quejumbroso, el cobrador anunciaba las paradas ¡Villamayor!, ¡Valcuevo!, ¡Tesonera!, ¡Zorita! y por último, nuestro destino: Valverdón. La llegada se hacía frente al estanco de "Balta el hojalatero", estaba repleta de jolgorio. Entre saludos, besos y abrazos, la gente voceaba: ¡a ver, esa maleta de cuadros y la cesta de mimbre!
En nombre de Valverdón aparece por primera vez en un documento escrito, el 27 de febrero de 1298, con motivo de un pleito entre el cabildo de la catedral de Salamanca, de una parte, y su arcediano D. Diego y Martín Velasco de la otra, al someter a juicio de varios "maestros de acennas que viesen et julgasen si estas acennas eran acabadas o non".Se trataba de las que estaban junto a Santa Marta.
Entre los maestros aceñeros llamados, aparece (Diego) Mestre de VALVERDÓN, en fecha y año indicados.
El 8 de marzo del mismo año, los maestros declaran que las aceñas en cuestión no estaban terminadas y el arcediano y Martín de Velasco pierden el pleito. En esta ocasión vuelve a aparecer el nombre de Diego, con el título de "maestre de Valverdón", dos veces y con el de "mestre" simplemente, otras dos. Los de Valverdón eran reconocidos como “los aceñeros. ¹

Según interpretación de Ignacio Coca Tamame, Valverdón es un híbrido latino prerromano, cuyo significado alude a 'Valle del río' (Tormes), 'Valle del agua', La presencia de la -d- (dón, Valver-) corresponde probablemente a una etimología popular consistente en relacionar fonéticamente Verdón con el color verde.
Las tierras de Valverdón son tierras de "pan llevar". Tierras destinadas a la siembra de cereales y adecuadas para este cultivo. Algunas de las variedades de trigo cultivadas en la zona son: Candeal, común, chamorro, mocho, pané, etc.
Madoz se refiere a Valverdón como "VALBERDON" y continúa diciendo: Situado al N del río Tormes, el que pasa muy próximo a la población; el clima es frío y las enfermedades comunes las terciarias. Se compone de 54 casas de mediana construcción repartidas en cuatro calles; tiene una escuela de instrucción primaria concurrida por veintisiete niños y una enseñanza de niñas a la que asisten 17: una Igl. Parr. (San Juan Bautista) servida por un cura de primer ascenso y de provisión ordinaria, y un cementerio que en nada perjudica a la salud pública…

Al pasar por Tesonera, mi madre señalaba la “Casilla de Camineros”, afirmando que allí habían vivido sus abuelos.

Al lado de la carretera de Salamanca a Ledesma, a la altura de Mozodiel por el norte, con el río Tormes por el sur y Burrinas del otro lado, cruzada por un regato, entre Villamayor y Zorita, justo al lado de la desaparecida aldea de Rascón, está TESONERA. ²

Según el Diccionario de Madoz, Tesonera depende de Valverdón, juntamente con las alquerías de Riveraverde, Valcuebo, Benavides y Zorita.
Morfológicamente, Tesonera es un derivado, con doble sufijación, de teso.
Desde una perspectiva semántica el microtopónimo hace alusión a 'lugar en el que coinciden varias alturas'.
Mi bisabuelo, Manuel Fraile también estuvo de "Caminero" en la carretera que une Salamanca con Ledesma, teniendo seguramente a su cargo el tramo que une Villamayor con Valverdón, por ese motivo habitaban la "casilla" de Tesonera, de la que ahora no queda piedra sobre piedra.
Estaba situada la casilla a una legua de Villamayor, en dirección a Valverdón, en la zona derecha de la carretera, frente a lo que es hoy la entrada al parque de Valcuevo, que como todos sabéis es propiedad de Caja Duero.
La casilla era el prototipo de casas de camineros en aquella época, con un pozo de agua potable y anexo a la vivienda un corral donde se criaban animales domésticos, como cerdos, gallinas, pavos, conejos…
Como es natural, había también perro y gato, el primero ejerciendo de guardián y el segundo, con la inexcusable misión de exterminar a los roedores indeseados.
Generalmente, todo el mundo que vivía en el campo de aquel tiempo, era autosuficiente.
Sacrificando un gallo o cocinando aquellas patatas de antes, en puchero de barro y lumbre con leña de encina, aliñadas con nobles productos ibéricos, estaba resuelto el yantar del día. Eso sí, para la cena no faltaba la leche migada y los ricos embutidos. Observad, que en muchos restaurantes, a ese modo de cocinar se le denomina hoy; "alta cocina", y en otros "delicatessen".
En la fachada se podía ver el cartel anunciador del "Nitrato de Chile", encabezado por el conocido jinete.
Según información extraída de un estudio de la Universidad Politécnica de Valencia, el cartel del Nitrato de Chile lo pintó Adolfo López-Durán Lozano siendo estudiante de la carrera de arquitectura. Lo que empezó como atención de amigo para aliviar la "economía" de un estudiante, acabó siendo uno de los reclamos más populares en los paisajes españoles.
En los tiempos en que la publicidad estaba en mantillas, se hizo una campaña con gran intuición al colocarlo, no sólo en las primeras casas de muchos pueblos, sino también en casillas de peones camineros, casas de labor, bodegas y almacenes, los cuales se contaban por centenares y estaban repartidos por los parajes más pintorescos y estratégicos.


Hoy he visto vagamente
en el desván del pasado,
varios cofres de besos
que jamás he dado,
y cajas, sin estrenar,
llenas de sueños,
que nunca quise imaginar.

Felipe García Fraile

1. Vid. Adolfo Olivera Sánchez. Separata de ARCHIVO DOMINICANO Tomo XVI. P. 261.
2. Vid. Adolfo Olivera Sánchez. Separata de ARCHIVO DOMINICANO Tomo XIV. El convento de San Esteban y las memorias de Pedro Vidal en Tesonera. P.195

lunes, 25 de agosto de 2008

12 TORMENTA DE VERANO




12 TORMENTA DE VERANO


Era un atardecer de verano, caminaba junto a mi abuela, apresuradamente hacia casa. Una violenta tormenta manchaba el cielo del pueblo con nubes negras, que pasaban como desesperadas. Siempre olía igual cuando se desencadenaba una tormenta; a tierra mojada, olor transportado por el viento desde la lejanía; más bien diría, fragancia a tierra humedecida mezclada con la del poleo, hierbabuena, mejorana, artemisa, correhuela, espliego, manzanilla, romero…
El viento arreciaba silbando y agitando fuertemente los árboles. El paisaje se ensombrecía insensiblemente, con oscuridad apocalíptica.
De pronto, un enorme relámpago seguido del voraz estallido de un gran trueno, nos dejó atónitos en medio de la plaza, la escena era dantesca, apresuradamente entramos en casa despavoridos con el pánico pisándonos los talones.
– Jamás he pasado tanto miedo como el que sufrí aquella tarde. Especialmente después de haber escuchado la historia de que a mi tío Ángel Fraile, un rayo fugaz pasó rozándole y chamuscándole los pantalones a la altura de los tobillos, librándose por los pelos de la tragedia.
Recuerdo, que cerca del caño y sobre un altozano, se ubicaba una caseta desde la que se lanzaban cohetes para disolver las tormentas, después de escuchar los estampidos volvía la tranquilidad y se respiraba el frescor que dejaba el paso de la lluvia.
Yo, que estando a cobijo desaparecía la grima, abría el cajón de los rebojos para darme  un ligero agasajo, y al cerrarlo le atizaba un golpecito al tirador, que permanecía girando como manilla de barquillero.
Veo a la abuela con el abanico, dale que te pego, para mitigar el sofoco ¡Ay, Señor!

Milagro peregrino
que un llanto combinó;
tu canto, como yo,
se cansa de vivir
y rueda sin saber
dónde morir!...
Felipe García Fraile

miércoles, 16 de julio de 2008

11 LÉXICO DE LA RIBERA DEL TORMES




11 Léxico de pueblos limítrofes,
próximos a la ribera del Tormes, desde Salmanca a Ledesma.

Como he usado y usaré algunos vocablos populares que están en desuso, a continuación, relaciono un léxico incluyendo muchas de esas voces.
Las fuentes son diversas; la mayoría de estas palabras, las recuerdo, por haberlas escuchado en casa o repetidamente en la calle (figuran en cursiva) y han quedado plasmadas en mi sentido. Aunque he utilizado (aparte de las experiencias personales) el libro, Calzada de Valdunciel. Palabras, cosas y memorias de un pueblo de Salamanca. Pascual Riesco Chueca:

Alboroque: Pequeño agasajo que hacían en las tabernas el comprador y el vendedor cuando cerraban un trato.

Alpéndares: Útiles utilizados en algunos trabajos. También se refiere a persona mal vestida. ¡Mira que alpéndares lleva!

Alcaparrero: Exagerado, melindroso.

Achiperres: Utensilios.

Ancá de: En casa de.

Andancio: Epidemia.

Andalicorias: Remilgos, excusas, pretextos.

Antier: Antes de ayer.

Añusgarse: Atragantarse.

Aperos: tiene un sentido más amplio que el de ‘utillajes para una labor’. Puede aplicarse, con sentido humorístico o derisorio, a trastos, adornos, perifollos, complicaciones. "Mia qué aperos tiene en el cuarto, maja".

Arcabuz: Cangilón de noria.

Aricar: Dar a la tierra ya sembrada una labor ligera, pasando la reja por el valle de cada surco para quitar las malas hierbas y arrimar tierra a las plantas.

Asín: Así.

Atisbar: Mirar, observar con cuidado, recatadamente.

Averiguado: Listillo, enterado; cotilla; entrometido, chismoso

Baratilleros: Vendedores ambulantes.

Babas de buey: Hilos finos, de arañas, que se cruzan por el aire.

Baleo fino: Planta que se usa para hacer escobas.

Baluarte: Armazón del carro para la carga de mieses, forraje, heno o paja. Se hacía con unos palos largos sin punta colocados verticalmente en contacto con los tablones laterales, trabándolos con otros palos horizontales. Sujetada por esta armazón, se tendía una red de esparto holgada, que cuando se llenaba formaba grandes bolsones laterales.

Barreñón: Barreña grande, que servía para fregar la loza, entre otros usos.

Barruntar: Predecir.

Bigornia: Yunque que utilizaba el herrero.

Bollo maimón: Bizcocho suave, como en el resto de la provincia.

Boñiga: Las vecinas soltaban las gallinas a la calle para que picaran los granos de cereal intactos en las boñigas de buey y vaca. Algunos vecinos humildes recogían, con un escobajo y una herrada, las boñigas de las calles y caminos.

Boyá: Rebaño compuesto por todo el ganado vacuno del pueblo (vacas y bueyes).

Boyero: El que dirigía los movimientos del ganado por los pastos.

Buraco: Agujero.
Cabañuelas: Cálculo que, observando las variaciones atmosféricas en los 12, 18 ó 24 primeros días de enero o de agosto, forma el vulgo para pronosticar el tiempo que ha de hacer durante cada uno de los meses del mismo año o del siguiente.

Cachapa: Costra seca o semiseca de herida, postilla.
Cacharrero: Vendedor de loza ordinaria.

Calostros: Primera leche de las hembras recién paridas, especialmente de vacas y cabras. Se cocía, se tiraba el suero amarillento que sobraba, y se preparaba una especie de requesón, que se completaba con azúcar y canela.

Cántaro: Medida antigua de capacidad, equivalente a unos 16 litros.
Canto: Piedra, canto rodado de río. ¡Chacho, que te tiro un canto!.

Caño: En Valverdón, fuente situada en la carretera, próxima al cementerio. Hoy ha desaparecido.
Cayá: Cayada, bastón

Cebón: Cerdo cebado o en ceba para su engorde

Celemín: Unidad antigua de capacidad para áridos y grano (4.625 litros). También se usaba para medir extensión. En extensión, es la doceava parte de la huebra o fanega; en capacidad, es también la doceava parte. Cada celemín de extensión equivale a 33 y 1/3 estadales cuadrados.

Comparanza: Comparación o referencia. "Aunque sea mala comparanza".

Cornicabra: Raza de pimientos retorcida y puntiaguda, de muy buen sabor para freir. También se les llama pimientos cuernocabros.

Cortina: Tierra cercada con vallado de piedra u otro material.

Coscurro: También llamado rescaño: Trozo de pan próximo a la corteza.

Coyundas: Correas largas de cuero en forma de tiras que se usaban para uncir los bueyes y vacas al yugo. Se cantaba en la provincia:
"La despedida te doy,
la que dan los labradores
con las coyundas al hombro
adiós, ramito de flores".

Criado: Temporero, que pasaba el verano en la casa de los labradores para ayudar en las faenas de la recolección. Se contrataban para un año completo, hacia el día de San Juan o de San Pedro.

Cuadril: parte superior de la cadera. Las mujeres llevaban el cántaro de agua, el baño de ropa o la tajuela al cuadril para soportar mejor el peso.

Cuarterón: Medida antigua de capacidad, equivalente a cuatro onzas o un cuarto de libra. Se usaba para el tabaco.

Cuartilla: Medida antigua de capacidad, equivalente a un cuarto de cántaro, o sea, dos azumbres (unos cuatro litros). Como medida de superficie, equivalía a tres celemines o la cuarta parte de una fanega.

Cuartillo: Medida antigua de capacidad, equivalente a medio litro (otras indicaciones lo estiman en 0.504 l). Era la cuarta parte (de ahí el nombre) de un azumbre. 32 cuartillos equivalían a un cántaro. valía a 1/48 de fanega, es decir, la cuarta parte de un celemín.

Cuezo: hocico. "Meter el cuezo" es entrar donde a uno no se le llama.
Chacho: Muchacho.

Chanfaina: Guisado típico de arroz y menudos (bofes, callos, patas y trocitos de sangre cocida) que se tomaba como almuerzo.

Chaperón: Arreglo casero, improvisado o chapucero.

Chirumba: Palo de unos 15 cm usado en un juego infantil, que también recibía este mismo nombre. El palo tenía los dos extremos en punta. Se trazaba en el suelo un corro de unos 100 cm de diámetro, y se establecían dos equipos. Los atacantes debían conseguir que la chirumba terminase dentro del corro, y los defensores debían evitarlo. Para ello, alguien del equipo atacante lanzaba a mano el palo desde lejos intentando aproximarse al corro. Los defensores, a cada vez, disponían de tres lances para despejar. Con este fin, golpeaban con una paleta un extremo de la chirumba impulsándola hacia fuera. Es el juego conocido como toña, tala o lito en otras partes del español. Con el mismo nombre, chirumba, es usado en Fuentelapeña (Zamora). Ya Unamuno (Llorente, 1998) identificó este juego con la toña.

Chiscar: Encender fuego, o el cigarro.

Chisquero: Encendedor o mechero.

Chichirriburri: También “churriburri” con la expresión “to churriburri’’ se alude a un conjunto de personas de toda índole; a veces, pero no siempre, es peyorativo. La forma estándar castellana es zurriburri.

Churro: Ternero de cierta edad, entre uno y dos años; equivale a eral, palabra no usada actualmente en Calzada

Dediles: Especie de guantes para los dedos, hechos de cuero, que se utilizaban en la siega manual para proteger los dedos de cortes con la hoz. En la recogida del garbanzo servían para proteger del sarro de esta planta.

Derrengar: Agotar las fuerzas.

Diez, echar las: Tomar un pequeño refrigerio de pan y queso, o de pan y cebolla, o similar. Se daba a los segadores hacia las diez de la mañana, mientras descansaban un rato inferior a media hora y reponían fuerzas.

Lamprear: Registrar buscando restos de comida.
Librillo: Cuadernillo de papel de fumar. "Bambú","Abadié" o "Zig Zag"

Embuelza: Lo que cabe entre las dos manos juntas y ahuecadas.

Encalcar: Pisar la paja para que se apelmazara y ocupar menos espacio.

Entovía: Todavía

Escaño: Banco de las cocinas, con asiento muy ancho y respaldo alto. Se usaba para las comidas y, como sobraba asiento de fondo, era frecuente que hubiera objetos apilados detrás de los comensales. El escaño era el mueble por excelencia de las cocinas antiguas, con chimenea de campana.

Escarbar el borrajo: Remover la ceniza y las brasas en la lumbre o en el brasero.

Escardar: Limpiar de malas hierbas los surcos en las tierras sembradas. Es labor que se hacía hacia abril o mayo, después de la aricada de marzo.

Escobilla: Parece tratarse de la planta silvestre Agrostis castellana, o su pariente Agrostis salmantica, también llamadas en otras partes de la provincia ceacilla. Con ella se hacen escobas finas, de uso doméstico para limpiar el polvo.

Esparaván: Aspaviento.

Espigar: Recoger a mano restos de trigo u otra cosecha, semanas después de la siega.

Esquiliche: Esquilador, lo mimo para burros, caballos y todo el ganado equino. – ¡Pasa más hambre que el chico “El Esquiliche!

Faldiquera; Fratiquera; faltriquera: Bolso grande de paño que se ataba a la cintura o al cuello por dentro de la ropa para llevar a buen recaudo el dinero. "De Ledesma son los gatos, / que rebuscan las faltriqueras" (Sanz, 1953).

Falto: Tonto, cretino o retrasado.

Fanega: Medida de capacidad, de unos 55.5 litros o aproximadamente 43.5 kg de peso, si es de trigo, y 31 kg si es de cebada (Gómez Hernández et al., 1992). Se usaba normalmente la media fanega, recipiente de madera en forma de artesa estrecha. En correspondencia con la fanega de capacidad, estaba la fanega de tierra, más propiamente denominada huebra o güebra, medida de extensión (4472 m2 aproximadamente). La fanega de sembradura o huebra equivalía a 400 estadales cuadrados o 12 celemines. Cada estadal es de 3.344 m x 3.344 m, es decir, 11.18 m2 (algo más de 11 centiáreas).

Fardel: Esta voz, del español común ‘talega de lienzo o tela’, era muy usada. En los fardeles se llevaban garbanzos y alubias, ropa, entre otras cosas.

Galán: Vocativo de afecto. En otras zonas de ámbito leonés se usa el mismo término, especialmente para dirigirse a los niños.
Galán se generaliza a partir del s. XV con dos acepciones estrechamente emparentadas: ‘galanteador, seductor, aspirante a novio’ y ‘cautivador, bonito’. Juan del Encina, salmantino, emplea abundantemente ambas acepciones en su Cancionero.

Galbana: Pereza, flojera.

Gamarza: Parece tratarse de la misma planta, herbácea y medicinal, de flor grande como de manzanilla con disco amarillo, y corona blanca. Huele mal y es amarga, y acaso de ahí el nombre". Se corresponde con Anthemis cotula. Crecía en las lindes del secano y en los barbechos.

Gañán: Como en castellano estándar, gañán es el que guía el arado. Los labradores acomodados tenían criados, que se encargaban de hacer las aradas.

Garrapo: (1) Cría de cerdo, de edad inferior a un año. (2) Moratón en la punta de los dedos causado por un golpe contuso.

Garrobas: Algarrobas, legumbre cultivada que se usaba como pienso de ganado.
Garrota: Palo que sirve de bastón.

Garullo: Persona alta, grandona; a veces se aplica al adulto que hace cosas de niño; o al desgarbado.

Gata: Agujetas; calambres y engarrotamientos musculares. Cuando se ha trabajado mucho o caminado una larga distancia y al día siguiente se resiente el cuerpo se dice: "tengo una gata...".

Golondrino: Bulto que salía en las axilas.

Güera: Gallina que está empollando los huevos.

Hostigo: Orientación o flanco de las construcciones que se encuentra más combatido por las inclemencias (lluvia inclinada y viento).

Jabetá: Herida con arma blanca en la cara o en otra parte del cuerpo; corte de una loncha de jamón con cuchillo.

Jardo: Dícese del ganado vacuno cuya capa es de dos colores, negro y blanco. Equivale al término estándar berrendo en negro. A los bueyes jardos a veces se les ponía por nombre Golondrino.

Jera: Faena, tarea. Habitualmente se usa en sentido irónico: "ha hecho una buena jera", es decir, ha cometido una fechoría o causado un desperfecto considerable.

Jergón: Colchón relleno de paja o espadaña cuya funda era de tela gruesa y rústica o jerga.

Laña, Lañaor: Estañador. El que reparaba las cazuelas y utensilios de cocina. “Hechar una laña”. Remendar o soldar.

Lavadero: Tabla restregadera de madera que se llevaba al río para lavar. La operación, con lavadero (para lavar y para escurrir), baño y tajuela, se hacía sobre todo en el río.


Legua: Medida itineraria que usaban los viejos. En Valdelosa perduró su uso hasta la posguerra. Equivalía a 5.57 km .

Libra: Unidad de peso antigua, equivalente a la centésima parte de un quintal o a 1/25 de arroba; es decir, 460 gramos. Cada libra se dividía en 4 cuarterones o en 16 onzas. La lana, el pan, la carne y el queso se vendían por libras. Las ofrendas antiguas en las misas por un difunto solían ser de una o más libras de pan; y también se daba cerillas y vino para los responsos.
Librillo: Cuadernillo de papel de fumar. Abadié, Bambú o Zigzag.

Limpiar: Aventar las mieses, una vez trilladas y juntadas, volteando el grano y la paja revueltos mediante bieldos de madera, primero, y luego con palas de madera, cuando ya se ha ido eliminando la paja. Para ello hacía falta viento suave y sostenido.

Lumbre: Fuego del hogar. Estar a la lumbre es estar al arrimo de la chimenea.

Llares: Cadenas del hogar para colgar los calderos.

Majencias: Cosas de uso moderno, inaccesibles para las personas mayores, por su dificultad en el manejo.

Majos: Vestidos para la fiesta.

Malóbado: Seguramente derivado de “malograr”. Exclamación que desaprueba alguna cosa mal hecha. ¡Malóbado asqueroso!

Matachín: Matarife.
Mechero: De mecha, "contra el aire". (Chisquero)

Miar: Maullar

Molledo: Miga de pan

Mondongo: Masa de carne, panza, intestinos y otras partes de res vacuna y porcina, que se usa, debidamente aderezada, para hacer morcillas y embutidos.

Moquero: Pañuelo.

Moritos: Dulce de bollería; parecidos a las madalenas, pero con leche en vez de aceite y con menos huevo.

Muchas: Para avisar a misa, se daban tres toques. El primero, con una campanada aproximadamente media hora antes de ésta; el segundo toque es un cuarto de hora antes, y viene marcado con dos campanadas; el tercer toque cinco minutos antes de empezar la Misa. El último toque es inmediatamente anterior a la salida del cura al altar, y en un número indeterminado de campanadas. ¡Vamos!. Que ya están dando las muchas.

Nial: Nido, ponedero para las gallinas.

Nublado: Tormenta.

Parva: Montículo hecho con los manojos en la era / mies preparada para trillar

Panecitos de san Antón: Dulces que se hacían por San Antón, de forma circular.

Pardal: Gorrión (Passer domesticus).

Pega: Urraca.
Petaca: Estuche de cuero, que servía para llevar el tabaco.

Pinta: Trago de vino, bebido de una jarra de barro (más tarde, de latón). Dámaso Ledesma (1907) recoge el cantarcillo: "lo que se usa en Valcuevo, se usa en Zorita, y en llegando a la puerta, venga una pinta". Parece una canción pedigüeña, de temporeros que al llegar a casa de amos reclamaran, después de la dura jornada, un pequeño refrigerio. ‘Beber una pinta’ es echar un trago.

Porcá: Piara de cerdos de los vecinos, reunidos y pastoreados comunalmente.

Porquero: El que dirigía los movimientos del ganado por los pastos.

¡Pos luego!: De acuerdo, está claro.

Pupo: Abubilla (Upupa epops). Así como el cuco es de campo abierto, y se oye cuando se anda "a las tierras", el pupo es de afueras de pueblo, y merodea cerca de las eras.

Quitameriendas: Flor de color lila (Merendera pyrenaica o M. montana), emparentada con el cólchico, que crece en las eras y los prados al final del tiempo de las faenas de verano, anunciando la llegada del otoño. El acortamiento de los días que coincidía con el declinar de las faenas en la era, daba lugar a un gradual adelanto de la hora de la cena (ya en casa), con lo que la merienda, que pagaba el amo, quedaba suprimida por innecesaria.

Rachizo: Trozo de leño grueso, cortado según la hebra, tal que una o dos secciones longitudinales quedan expuestas. El corte de la leña en rachizos se hacía en casa, en previsión del invierno. La ventaja sobre el corte transversal que hacía la sierra en el monte, es que en las superficies astilladas y abiertas de las secciones longitudinales agarra mejor el fuego.

Ratonera, Nieve: la nieve fina que en los temporales, con el fuerte aire, se cuela por las rendijas de las tejas, las luceras, las chimeneas, las gateras de la puerta y demás huecos.

Rebojo: Restos en trozos de pan que sobraba de las comidas.

Rescaño: Corteza del pan. Coger un rescaño equivale a empezar la hogaza.

Saltigallo: Saltamontes.

Segadores: Las cuadrillas que venían a la siega eran de procedencia variada.

Sobrado: Parte superior de las casas, situada sobre los forjados del piso bajo. Se usaba como desván para almacenar toda la cosecha o parte de ella; principalmente se guardaba en el "sobrao" los granos y piensos destinados a alimento diario de los ganados. También se ponían en el sobrado a veces algunos catres para los hijos.

Solana: Soleado, que recibe el sol en abundancia.

Solombrío: Umbría, zona a la que no llega el sol.

Somanta:Tanda de golpes, zurra, paliza

Sorbetón: Aspiración nasal para retener los mocos cuando se tienen. La respuesta se ritualizaba con este refrancillo: ¿"De dónde eres, niño? / Del sorbetón. / De allí es mi padre, / de allí mi madre, / y de allí soy yo".

Sornavirón: Sornavique, bofetada.

Tamién: También.

Tajá: Trozo de carne o embutido. ¡Tajá limpia y vino puro!

Tarambaina: Persona con poco juicio, informal.

Tordo: Estornino negro (Sturnus unicolor). Eran frecuentes en las huertas de arbolado espeso, sobre el tejado de la panera junto a la carretera, y en los olmos (negrillos) de la carretera, donde se dejaban oir sus gorjeos, silbos y flautines.

Tornadera: Apero de mango largo y cabeza de metal, con cuatro o cinco ganchos, que se usaba para levantar las haces recién formadas durante la siega e irlas lanzando al carro. Bastaban dos personas: una abajo, iba levantando los haces; otra, desde el carro, las iba colocando hasta llenarlo por completo. También se usaban las tornaderas para igualar la parva de trilla cuando iba quedando deformada por el paso del trillo.

Tornear: Dar vueltas a la mies de la parva mientras pasa el trillo. La operación se llevaba a cabo mediante una tornadera o bieldo de dos o tres puntas, al principio. A medida que iba quedando triturada la paja con el trillo, se empezaba a usar la pala de madera. Tornar era tanto más necesario cuanto más espesa fuera

Turrar: Tostar.
Unamuno: Reflejo aquí el apellido del ilustre Rector; porque en las décadas de los cuarenta y cincuenta del pasado siglo, era nombrado repetidamente, motivado entre otras cosas por la afluencia de personas que acudían a la consulta de uno de sus hijos; el Dr. Jose de Unamuno Lizárraga; afamado oculista por aquellos años. Mi madre me llevó a esa consulta en diversas ocasiones.
A propósito de esto; no recuerdo cuando cayó en mis manos una nota que dice:
Unamuno (Don Miguel) fue algunas veces a descansar a la casa de Cardeñosa, que pertenecía a su amigo y también catedrático Luis Maldonado de Ocampo.
El dato que encontramos en el diccionario de Madoz sobre Cardeñosa dice: Alquería agregada al ayuntamiento de Villanueva de Cañedo, partido judicial y diócesis de Salamanca (3leg). Situado sobre una pequeña colina y compuesta de cinco casas: Confina al N. con su matriz ½ leg., E. con el desp. Torrejón ¼; S. Valdunciel ¼ , y O Huelgos ¼ . Se extiende ½ legua de N. a S. ¼ de E. a O., y comprende 670 huebras, cuyo terreno es una cuarta parte de primera calidad, dos y media, una de inferior, y tiene dos montes bastante poblados hacia el N.

Vasal: Lugar para poner los vasos, o la vajilla en general.

Zarigüelles: Referente a las espinas o trozos de plantas secas, que se pegaban en el calzado y en los calcetines. Seguramente, derivado de “Zaragüelles”. Según la definición del DRAE: 3. m. pl. Planta de la familia de las Gramíneas, con las cañas débiles, derechas, de más de tres decímetros de altura, desnudas en la parte superior, y en la inferior con tres nudos negruzcos e igual número de hojas que envuelven el tallo en la mitad de la parte comprendida entre nudo y nudo, y las flores en panoja compuesta de espiguillas colgantes con aristas rectas.

Zocaño: Trozo grande de pan, zoquete.

Zurra: Paliza.

Zurreta: diarrea.
Felipe García Fraile

martes, 8 de julio de 2008

10 FRAILE







10 Fraile
El nombre de Fraile viene del latín "frater" y significa "hermano".
El apellido es de origen judío; desde mediados del siglo XIII hasta finales del XV, la persecución de los judíos en la península fue continua; de tal modo que eran obligados a convertirse al Catolicismo bajo la amenaza de ser expulsados. Ante esta situación, parte de ellos optaron por cambiarse los apellidos y buscar vocablos que hicieran referencia a la Iglesia Católica, tales como: Fraile, Monje, etc. De esta manera, calmaban las iras de la población y mantenían sus negocios y su estatus social.
Así mismo, se adoptaron apellidos referentes a nombres beatíficos como: Santa Marta, San Pedro, San Pablo. Igualmente hubo cierta inclinación a tomar apellidos de ciudades como: Ávila, Cáceres, Valencia, etc.
Pero esto sólo ocurrió en el primer momento y, al iniciarse las persecuciones de la Inquisición y tratar de pasar más desapercibidos, adoptaron lógicamente apellidos completamente corrientes y de difícil identificación.
Referente a escribir el apellido Fraile con “y” griega, parece ser que antiguamente el apellido se escribía así. Durante más de cuatrocientos años, de forma constante, se encuentra escrito como Frayle, con “y” griega. Solamente en el siglo XX aparece con “i” latina.
Los datos, apuntan a que no hubo un solo tronco original de un antecesor, que tomó el apellido “Fraile”.

Según el "Heraldario, el primer linaje de los Fraile en la Península fue radicado en Cantabria de donde se extendió a otras regiones e inclusive saltó al Nuevo Mundo.
Hay en España distintas casas Fraile. Desde tiempos muy remotos fue conocida y muy considerada.

Los historiadores hacen notar muy acertadamente que no todos los linajes de este apellido tienen un origen común. Las armas más antiguas son las señaladas en el “Repertorio de Blasones de la Comunidad Hispánica”

Algunos de los personajes más notables con el apellido Fraile son:
Don Juan Sevillano y Fraile fue nombrado Marqués de Fuentes de Duero el 15 de diciembre de 1.846, por Isabel II; y Duque de Sevillano con Grandeza de España de primera clase el 6 de diciembre de 1.854, también por Isabel II.
Don Diego Gómez Fraile vecino de Abertura (Cáceres), ganó en 1.536 la Real Provisión de Hidalguía.
Doña Asunción Moreno y Fraile se casó con Don Juan Aguirre de Carcer y López de Sagrado, segundo Conde de Andino (según carta de sucesión expedida el 2 de diciembre de 1.961). Probó su nobleza e hidalguía en la Orden Militar de Santiago e hizo su presentación ante la Sala de Hijosdalgos de la Real Audiencia de Oviedo.

Su Heráldica:
Las armas de los Fraile que se citan en el Repertorio de Blasones de la Comunidad Hispánica son:

En campo de sinople un castillo de oro almenado, aclarado de azur y mazonado de sable.

En campo de azur doce cureñas de cañón de su color, puestas en tres palos de a cuatro.

En campo de sinople tres peras de oro bien ordenadas.

CARACTERÍSTICAS:

ARMAS: En campo de sinople un castillo de oro, almenado, aclarado en azur y mazonado en sable.
Oro: Nobleza, Magnanimidad, Riqueza, Poder, Luz, Constancia y Sabiduría.
Sinople: Esperanza, Fe, Amistad, Servicio y Respeto. (Verde)
Sable: Prudencia, Tristeza, Rigor, Honestidad y Obediencia. (Negro)
Azur: Justicia, Celo, Verdad, Lealtad, Caridad y Hermosura. (Azul)

Castillo: Por la superioridad de su fortaleza respecto a otros edificios, denota grandeza y poder, empleado en defender a los amigos y aliados, resistiendo invencible al enemigo.

Para saber sobre nuestros antepasados, habría que ahondar en el archivo de la parroquia, en la Villa de Añover de Tormes, comprobando que antecesores había a partir de Manuel Fraile.

La historia de Añover corre paralela a la de Palacios del Arzobispo; ambos pueblos en la Edad Media pertenecieron a Arzobispo de Santiago de Compostela y después se incorporaron al obispado salmantino.

En el “Diccionario” de Madoz encontramos un dato interesante; Pascual Madoz dice: “Añover de Tormes”, llamado antiguamente Aldehuela de Palacios
En documentación posterior al s. XVII, siempre se encuentra el topónimo con el nombre actual; sirvan de ejemplo el “Diccionario” de Juan Mariana y las referencias administrativas. (²)
La gente habla igualmente de Añover que de Aldehuela para referirse a este lugar. Se observa como Añover no ha sido capaz de desarraigar al nombre aparentemente primitivo; incluso es más relevante L’aldehuela que Añover; por supuesto el sobrenombre no se utiliza en la lengua hablada casi nunca.
El prof. Llorente parte de la base annawbar, ‘monte pinar, para explicar este topónimo e insiste en el hecho de que se trata de una “etimología fonéticamente admisible” (³)






(²) Vid. Ignacio Coca Tamame. “TOPONIMIA DE LA RIBERA DE CAÑEDO” p. 297.

(³)Vid. Ignacio Coca Tamame. “TOPONIMIA DE LA RIBERA DE CAÑEDO” p. 298

sábado, 5 de julio de 2008

9 EL PRACTICANTE


9 EL PRACTICANTE
El practicante fue el tremendo esperpento de dolor e impotencia de nuestra infancia. Parecía de la familia, pues de tantas idas y venidas era como de casa. En aquellos años, el médico recetaba inyecciones a todo el mundo, por un “quítame de ahí las pajas”, ya fuera gripe, catarro, anemia, dolor de cabeza, reuma, o cualquier otra dolencia. ¡Ahí va! Inyecciones al canto. Una caja con la funesta inscripción “Contiene doce Inyectables”. Es decir; doce visitas del practicante, doce sablazos en las nalgas y doce desazones perdurables por veinticuatro horas. ¡Y las vitaminas! – ¡bueno, aquello a todo pasto! -Está muy delgado–, –ahora está en la edad de crecer–, –para los catarros es muy buena la vitamina C–, –no hay nada como las inyecciones de calcio–.
Me da la impresión de que no se habían inventado los comprimidos, pastillas o jarabes. Solamente supositorios y en el mayor de los casos inyecciones a todo pasto.-Estaban en boga–.
¡Ah! y también unas píldoras que no recuerdo su utilidad, de un tamaño enorme. Similares a una pequeña cajita circular de cartoncillo blanco; como para un caballo. Imposibles de tragar, eran más grandes que el diámetro del esófago, después de empujarlas con varios vasos de agua conseguías que pasaran al estómago, produciéndote una angustia y un ahogo que el rostro se ponía morado por falta de oxígeno.
En cuanto a los supositorios; si la prescripción era administrarlos al acostarse, no pegabas ojo en varias horas, debido a la quemazón; eso si que era un martirio y no “el chino”.
Pero las inyecciones se convertían el terror infantil por excelencia.
Producía temor nada más ver entrar por la puerta al practicante, el pánico se convertía en pavor cuando empezaba el ritual de abrir aquella caja metálica conteniendo agujas de diferentes calibres y una jeringa de cristal que al mirarla con rabillo del ojo te producía el espanto más penetrante que se pueda uno imaginar. Pero lo que se dice el terror era al ver como llenaba la tapadera con alcohol, le prendía fuego y después hervía en la caja metálica la jeringuilla con las agujas, como si fuera ritual de brujería.
Seguidamente y con mucha calma el practicante rompía la ampolla valiéndose de una sierra que contenía la caja de los inyectables, cargando con el líquido la jeringa e insertándole después la tremenda aguja. Inmediatamente el enfermero empujaba el émbolo y hacia salir un chorrito de liquido; ahí era cuando te entraba el verdadero pavor, el sanitario giraba hacia ti con mirada penetrante, los músculos de todo el cuerpo se tensaban. Al menos se necesitaban dos personas para sujetarte y la huida era imposible, primero te sacudía un cachete en la nalga con el ánimo de distraerte, pero con toda la imposibilidad de defensa, sentías una aguda estocada en toda regla, pero todavía más dolía la recepción del líquido y el herido orgullo; la inyección, se prolongaba eternamente hasta que finalmente te soltaban diciendo cínicamente. – ¿A que no te ha dolido?–
Cierto día vi venir al practicante calle "Alarcón" arriba y recurriendo a mi capacidad de rebeldía, eché a correr como alma que lleva el diablo, regresé a casa cuando el hambre pudo conmigo, imaginaros el disgusto y el rapapolvo de mis padres.
Este personaje del pasado, hoy lo recuerdo no sin juzgar con el sentimiento de impotencia, por no poder haberme librado de aquel terror.

Ese mundo no es el mío:
es el tuyo: el que en tus pupilas
hundido está desde siempre
y no lo alcanza mi vista.
A ese mundo quisiera entrar,
antes que suene la hora
- ay - de mi vida.de Agustín García Calvo

martes, 1 de julio de 2008

8 LOS CHARLATANES




8 - LOS CHARLATANES

Eran los charlatanes, las estrellas del bullicio sobresaliente durante las Ferias y Fiestas; los vimos vociferando en los alrededores del mercado central. Con su verborrea atraían a todo tipo de personas, tanto a la chiquillería como al forastero que recién llegado del pueblo anhelaba adquirir algo a buen precio para llevarle a la familia como regalo de Ferias.
Unos montaban su tenderete en el suelo, rodeado de maletas que contenían todo tipo de baratijas. Otros sobre una mesa, protegiéndose del lacerante sol con una sombrilla.
Venían siempre aprovechando las fiestas de San Juan o las Ferias de Septiembre. 
Por San Juan; los labradores contrataban a los segadores, temporeros y trilliques; apiñándose todos, junto a los cafés Novenlty y Villarrosa. Se distinguían muy bien; los temporeros, segadores y trilliques rapados al cero, con un fardel o macuto a la espalda; los “dediles” que utilizaban para segar colgados del cuello, siempre con su inseparable sombrero de paja. 
En cambio, los labradores lucían sombrero de fieltro, gorra visera o boina, unos vestían chaqueta de pana y otros un blusón amplio y negro, llegándole casi hasta las rodillas. Los más llevaban camisa sin cuello, solamente la tirita con el botón y toda abrochada. (Hasta el “gañote”).
¿Cuánto pides por la temporada galán?  –Diez mil reales y mantenido.
—Contestaba el mozo.
Volvían todos en Septiembre, cuando había terminado la cosecha, aprovechando de paso las Ferias. Algunos a los toros y otros a comprar los “Majos” para regresar después a su pueblo de origen.
A base de griterío, los charlatanes, iban atrayendo al gentío, arremolinándose embelesados ante las fascinantes mercancías. Las lisonjas del vendedor y el afán de llevarse un lote de objetos por una minucia de dinero, conquistaba a las gentes humildes, pues la codicia de comprar sugestivos géneros a módico precio los cautivaba.
Lo mismo vendían una cartera de piel de búfalo, un lote de maravillosas hojas de afeitar de acero sueco, un peine de concha de tortuga caribeña, o unas medias de cristal para hacer feliz a la señora del afortunado comprador.
—¡A quien me enseñe veinte duros! 
—Le regalo un peine, una hoja de afeitar un calendario que adornará la bonita pared de su casa, una pluma estilográfica para ceder al niño y que no tendrá que recargar hasta ir a la mili.
— ¡Y también! Una cartera de piel de Ubrique, para guardar las fotografías de su mujer, de sus hijos y tal vez de su queridísima suegra señores.
El ayudante montaba el teatro llevándose las manos a la cabeza; el charlatán rebatía: 
—¡Cállate!  El género es mío y hago con él, lo que me da la gana.
Cuando los críos se arrimaban demasiado para no perder ripio, chillaba. ¡Aparta chaval, que me “jodes(¹) la maleta! 
Continuaba con su cantinela: 
—¡Señores! Todavía hay más; les regalo una medalla que no es de plata, pero como ha estado doce años en una platería, algo se le habrá pegado.
—¡A ver secretario! Un lote para aquel señor, otro para el del fondo…
Y así sucesivamente, hasta hacer su particular agosto.
Había otro charlatán vendiendo relojes suizos de veintitantos “rubís”, cristal “fosforito” y cadena de oro alemán. Sorprendentemente solo se le daba cuerda cada dos días.
—¿Cuánto voy a cobrar por este auténtico reloj fabricado por los más acreditados relojeros Suizos, genuinos relojes elegidos por los americanos?  

—Pues no se lo van a creer; ni 60, ni 50, ni 40 duros…
—¡A treinta duros oiga! 
—¡Y al que no quiera el reloj, tres puñaditos de higos!
Ciertamente alguno de vosotros habréis reparado en que ahora también se estila bastante eso de ofrecer mucho, dando poco.
—¡Y no solamente voy a incrementar el salario mínimo interprofesional, también voy a regalar a todos los trabajadores y pensionistas 400 euros a descontar en el IRPF y además, voy a crear tres millones de puestos de trabajo! Y el pleno empleo para las mujeres… “Hasta las próximas elecciones y que ustedes lo sufran bien”. 
José Luis Rodríguez Zapatero prometió en la campaña electoral de 2008, una ayuda de 400 euros.
Los 400 euros de Zapatero costaron 4 veces más que el ahorro en pensiones.
El coste de la desgravación en la recaudación del Estado en 2009 fue de 5.700 millones, casi cuatro veces más que los 1.500 millones que se ahorrará el Ejecutivo congelando pensiones en 2011. (Fuente: EL MUNDO)
Pero el tipismo se ha perdido, tal vez motivado por las prisas, la sociedad de consumo, la intolerancia y la nefasta forma del convivir diario. 
Ya no es necesario ir tranquilamente media hora antes para coger asiento en “La Serrana”; escuchando la cantinela de la vendedora de dulces ¡Patatita americana! O aquel otro gritando –¡Paquetito de caramelos oiga
Ahora preferimos aguantar enormes atascos con nuestros vehículos, derivando en agrio carácter, incluso perdiendo algunos, toda dignidad.
Por entonces no había nada como lo americano: Las películas del oeste, las plumas Parker, las gafas de sol Ray-Ban, la leche en polvo, el queso americano y la mantequilla salada que nos “regalaban” con el plan llamado “La Ayuda Americana”.
El 26 de septiembre de 1953 se firmaba, el denominado «Pacto de Madrid». Vigente hasta 1.963.
La España de Franco, que no cumplía ningún requisito democrático, fue excluida del Plan Marshall, lo que hizo aún más duro el lento proceso de recuperación de nuestro país tras la guerra civil.
Estos asuntos más serios, ya hay quien los trata lúcidamente; para mí lo interesante ahora es relatar vivencias anecdóticas –historias de antes– y no importunaros, pues demasiado tenéis con soportar los avatares cotidianos. 

–¡Nada nada! 
– Echémoslo en vino.
Lindo canta la calandria
y muy lindo el ruiseñor,
mejor canta la botella
si le sacan el tapón. 

(¹) Del DRAE:   tr. Destrozar, arruinar, echar a perder. U. t. c. prnl.


Respuesta al comentario de Techum:
En absoluto me ofendes, te agradezco el favorable comentario y además me satisface que gusten mis artículos.

Referente a al inciso que haces, yo creo que según la gramática de D. Luis Miranda Podadera. Pronombre es la parte de la oración que sustituye al nombre o lo determina. PRONOMBRE PERSONAL: representa personas, animales o cosas (yo, nosotros [primera persona]; tú vosotros [segunda persona]; él, ellos [tercera persona]).

Pronombre es la palabra que sirve para sustituir al nombre y evitar su repetición.
Igualmente, pronombre es toda palabra que designa un objeto sin decir su nombre.

¡Cállate! El género es mío y hago con él, lo que me da la gana.

En la frase anterior, “género” se sustituye por él. Si en una frase ha de entrar varias veces esa palabra, la primera vez se dirá “género”, y las otras veces se usará él, sin repetir “género”.

En tu comentario, hay un lapsus cálami, donde dices pueblerino "antigo", seguramente has querido decir. Pueblerino antiguo. Además de "incisión" que significa corte, en lugar de indicar "inciso"


Felipe García Fraile.

martes, 17 de junio de 2008

7 UN FRAILE







7 AQUEL FRAILE

Si la memoria no me falla, esta y otras historias que yo sé, fueron transmitidas de boca a boca entre mi familia a lo largo de los años. Unas las escuché cuando fui niño, contadas en aquellas animadas tertulias de mis mayores; posteriores a la cena, “al amor de la lumbre”; del mismo modo en las noches estivales sentados en el “escaño” que había en un porche, saliendo al corral. Otras me las describió mi madre, que gozó siempre de una lucidez prodigiosa. Entorno los ojos y se para el tiempo, la oigo pausadamente...

La primera referencia que tengo de un antepasado Fraile, se trata de mi bisabuelo Manuel Fraile Sánchez, Casado con María Mateos.
Fue montaraz en una finca llamada Cuadrilleros, situada a cinco leguas de Ledesma, a la que se accede por la carretera que une esta localidad con Añover de Tormes. Finca regada por la Rivera de Cañedo.

Cuadrillero es un derivado de cuadrilla, palabra que lo es a su vez de cuadro, cuyo origen latino quadrum es afín, como dice Corominas, a quattuor, ‘cuatro’–.(¹)

Habitaban una de las casas que ahora se encuentran en ruinas, de las que hace muchos años nadie ha vuelto a ocupar. Cuadrilleros, se registra como despoblado en el año 1.867.




Se cuenta que por aquel tiempo, hace mucho más de cien años, en alguno de los pajares, a veces se refugiaban varias bandas de salteadores; ¡aquellos de época! Ya que por ser un lugar apartado y poco frecuentado, tenían una cierta seguridad ante la justicia.
¡Eso sí! Con el obligado beneplácito del bisabuelo, pues de negarse, hubiera puesto en juego la seguridad de toda su estirpe.

Según reza en la Enciclopedia Libre WikipediA: El fenómeno del bandolerismo es universal y muy antiguo; se origina en regiones donde la miseria y la injusticia se han cebado especialmente con algunas personas empobreciéndolas y arrojándolas en brazos del contrabando, el robo o el crimen, generando de esta manera una forma más o menos colectiva de saqueo organizado.

Fueron dos las pandillas de bandoleros que frecuentaban la zona; una la de “El Mosco y otra la de “El Alambrero”. Eran de aquellos “tipos” que utilizaban trabucos, escopetas de avancarga “LEFAUCHE” o fusiles de chispa. ¡Ay! del osado viajero que se negara a entregarles con premura “la bolsa”...
Todos sabemos que en aquellos años, se viajaba a lomos de caballerías o en diligencias y carros de mulas, cosa que facilitaba la tarea de los celebérrimos bandidos.
Sé, que a cambio del obligado cobijo, en cierta ocasión y al regreso de una de las andanzas, le dejaron a Manuel como dádiva una burra blanca, “buenísima” que el abuelo tuvo que aceptar a regañadientes, so pena de descalabro físico. Parece ser, que los bandoleros le tranquilizaban asegurando, que al haberla “afanado” en comarca lejana, no existía peligro ninguno de que el dueño la identificara.
En otra ocasión, al despedirse para emprender una de sus incursiones, también le suministraron una cubertería de plata. Cubertería que al final, entendí que fue desapareciendo poco a poco. ¡Como todas las cosas!

Como ellos han desaparecido, como yo también desapareceré.

Los ojos, se me secarán
y no podré llorar
y se secarán.
El pecho se me dormirá
y ya no podré amar
y me dormiré.

(¹) Vid. IGNACIO COCA TAMAME Toponimia de la Rivera de Cañedo. P. 270

viernes, 6 de junio de 2008

6 EL HUERTO FAMILIAR








EL HUERTO FAMILIAR
Muy característico en los años de posguerra era el huerto familiar, creados para garantizar la paz social, paliar el grave problema de la hambruna y mesocratizar a los trabajadores, Franco apoyó los huertos familiares, que en aquella España negra y atrasada fruto de la guerra civil, servían para un mayor desahogo económico de las familias.
En 1957 el Instituto Nacional de colonización había gastado tan solo ochenta millones de pesetas en estos menesteres. Las únicas zonas en las que realmente se había hecho algún esfuerzo fueron Ávila y Salamanca, donde se repartieron unos 600 huertos de secano y unos 5000 de regadío , con superficies de 4000 y 1200 m.2 respectivamente.
Poco a poco, a partir de los años sesenta el asunto fue languideciendo y los huertos familiares desaparecieron como por encanto.

¿Lo recordáis Frailes? por aquel entonces circulaba una copla que todo el mundo canturreaba al son del trajín cotidiano.

Decía que tenía
un huerto familiar
y luego no tenía,
ni agua “pa” regar
.

¡Hoy daremos un paseo hasta el huerto!, iremos por el camino Perdigueros.
“Camino Perdigueros”, “Lantanica”, “las Cárcavas”, “el Caño”, “el Batán”, “el huerto de Piriri”, “el tío Peñausende”, “el tonto Mayalde”, “la tía Benita”, “el Codín”, el Huevero”, “Zuli Zuli”…. ¡Que nombres!.
( Estos nombres de lugares, pertenecen a la microtoponimia de Zorita. Son nombres y apodos que se han trasmitido de boca en boca desde tiempo inmemorial).

En aquel huerto recoleto se ubicaba un pozo del que se lograba sacar agua mediante una bomba manual o “chupón” y que con movimientos monótonos y vigorosos, se iba llenando un pilón que cumplía la misión de refrescarnos tanto a las lechugas como a la chiquillería, que alborozadamente en aquellas tardes estivales nos deleitábamos dándonos unos chapuzones, como si de piscina olímpica se tratara.
Una de aquellas tardes calurosas que acompañaba yo a mi abuela para cumplir con las labores de la horticultura, se cruzó con nosotros un mozalbete vecino del pueblo, este llevaba un “siete” en la culera de los pantalones, cosa habitual en aquel tiempo. Mi abuela que se caracterizaba por su buen humor, no se resistió a recitarle al mozo la siguiente copla:

—Bartolillo barre barre,
madre no quiero barrer,
tengo los calzones rotos
y el culillo se me ve.—


A lo que el mozalbete un poco turbado, puso tierra de por medio, desapareciendo como por encanto de nuestra vista.

Perennes en mi memoria están aquellos veranos vacacionales que pasé en Valverdón, donde disfruté de mis abuelos, – ¡tuve la suerte de tener abuelos!– del río, del huerto familiar, del pisto y de la naturaleza. Y como dice el poema:
He visto a la luna buena besando el cañaveral.

Si os lo proponéis, vosotros mismos podéis preparar el pisto que hacía mi abuela. ¡Me sorprendo yo con las fórmulas que utilizan los cocineros famosos! Ni ellos mismos se atreven a probar sus brebajes. Lo exquisito ya lo descubrieron nuestras abuelas con su ingenio, recurriendo a productos naturales con la forzada sabiduría de la necesidad y la escasez de aquellos años. El abuelo decía: –¡Vale tanto para un roto, como para un descosido!–.
Mi abuelo era un hombre de temple, capaz de arar una yugada de tierra en un día. Sí, en un día. Ciertamente se puede aplicar el dicho de trabajar de sol, a sol.
¡No creáis Frailes, que una yugada de tierra es cualquier cosa! Equivale a 50 fanegas, algo más de 32 hectáreas, ¡que no es moco de pavo!, diría un castizo.
¡Como presagiaba el tiempo! con una precisión certera, tenía una sensatez y un saber adquirido en el bregar de la vida. Cierro los ojos y siento el orgullo de haber tenido a mis ancestros.
Bien: en otro momento hablaremos de esto, pues ahora no me resisto a instruiros en la receta del pisto.
!Ahí va¡ Coged un kilo de calabacines pelados y troceados, cocerlos hasta que suelten el agua y escurrir. Pochar una cebolla troceada, en aceite de oliva fino, seguidamente añadir un tomate y pimiento cortados amorosamente en juliana, pimentón y cuarto de kilo de bacalao desmigajado, dejarlo cocer lentamente y al final añadir el calabacín escalfando un huevo. Salar al gusto.
¡Bigardos! Hacerlo y recuperareis la memoria del sabor.

Estos son solo recuerdos, recuerdos míos, solo míos, solo recuerdos. Solo capítulos de mi vida. Los años pasan y no queda nadie, no queda nada. Yo tampoco estaré algún día. Veo como la vida va pasando y veo a mi madre, veo a la gente que ha dejado huella. Huella en mis ojos, en mi memoria y en mis adentros. Recuerdos clavados en mi mente hasta mi último grito.
Tengo el pelo completamente blanco, pero voy a sacar el jugo de mi pasado, de mis labios están brotando voces y de mis ojos está brotando llanto.


El recuerdo es el único paraíso del cual no podemos ser expulsados.

miércoles, 4 de junio de 2008

5 Allí sonó la sonrisa




LAS ERAS

Los carros llegan tranquilos,
¡baluartes a rebosar!
la yunta sigue estilos
de los mozos al acarrear.

Roderas pasan marcando,
por calles, al alabear.
mozos a mozas mirando,
que van al río a lavar.


Mies, hombres avientan,
mujeres el trigo abalean,
horcas la parva tientan,
las pamelas al sol blanquean.

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Chicharras aplauden la siesta
de los bueyes rumiando en la era.
Ansiando del rey la puesta,
el sol de justicia la tez lacera.

Cayendo la tarde, bullen los trillos,
que resbalan jugando a la rueda,
los gañanes tornean la vereda
y con los arreboles cantan grillos.

martes, 3 de junio de 2008

4 Evocación del espíritu sereno








SONETO

El crepúsculo cubre la ribera,
las náyades velan los caudales,
el céfiro brinca por los trigales,
sosegada y sola queda la era.

La luna sobre el río reverbera,
los anuros loan en cañaverales;
álamos y chopos hablan ideales,
la boyada regresa placentera.

Penden adormecidas las coyundas,
ante sus desvanecidas labores.
¡Por qué las yuntas están errabundas!

Orlado está el cielo de fulgores,
tinieblas en el campo profundas.
Del hogar contemplo los resplandores.

sábado, 31 de mayo de 2008

3 ESCRITO EN MI MEMORIA


ESCRITO EN MI MEMORIA

Mis coetáneos recordarán muy bien como era el convivir diario en aquella Salamanca de las décadas de los cincuenta y parte de los sesenta. Una ciudad tranquila sin apenas tráfico que estaba plagada de voces y sonidos del transcurrir cotidiano. En cualquier estación del año, ya fuera invierno o corriera el caluroso estío, se oían ecos que evocan a la memoria.
La define muy bien Martín Vigil en su libro “Tierra Brava” en el que comienza señalando:
Salamanca achicharrada y rubia bajo el sol de agosto…

Recuerdo, sin ir más lejos, a las vendedoras de peces con su canasto sobre la cabeza gritando desaforadamente: – ¡compren peces vivitos!–. Peces del Tomes, un río por aquel entonces sin contaminación y no como está ahora, maloliente, sucio y dejado de la mano del poder.
¡Cuantas veces nos bañábamos en “El Picón”¡, al extremo de la pesquera entre puentes, junto a lo que era la fábrica de harinas. Convertida hoy, en "Casino del Tormes".
Nuestras madres después de quitar las vísceras al pescado, lo dejaban “orear” para cocinar la delicia después.
Tuve un pariente muy allegado, pescador él, que a veces llegaba a casa con la “pescata” y al mostrarle a su mujer los peces, aparecían ya fritos. Los pescaba en el bar La Perdiz, junto con "la merluza". Los "amigotes" le cambiaban los frescos por otros ya cocinados.

Con los calores llegaban los botijeros extremeños arreando un pollino que portaba dos especies de aguaderas enormes hechas de esparto, atiborradas hasta los topes de botijos, ollas, cántaros y otras piezas de barro cocido. Pregonando indolentemente su mercancía. – ¡Cántaro, botijo… botijo Fino!– Las mujeres probaban la calidad del producto golpeándolo con una moneda, pues según fuera el sonido grave o agudo, así era de bueno o malo el utensilio.

¿Quien no recuerda al heladero tirando de su particular carrito?, con su capota y sus dos tapaderas en forma de conos plateados, repitiendo constantemente su cantinela. – ¡Hay helados oiga!–. Y no digamos del vendedor de periódicos, que cargado como un mulo, repetía con voz estoica y monocorde. – ¡ABC, Ya, Arriba, Marca!–
¿Y el cartero con su enorme carterón?, entregaba las cartas en mano a golpe de silbato seguido de una frase fulminante y corta. –¡Cartero… Fulano de tal !–

Pero, lo mas impactante de todos los tipismos, para mi, fue “El Carita”. Muchos lo recordarán aparcado a las puertas de la estación ferroviaria.
Era El Carita, digamos un taxi, pero no un taxi de los estándar, se trataba de una especie de viejo microbús con carrocería y bancos de madera, al que se accedía por la parte trasera subiendo una escalerita de quita y pon, también fabricada en madera. A la llegada de los trenes, el conductor vociferaba – ¡El Carita, a domicilio!–. Después de acomodar a los pasajeros y sus maletas iba dejando al personal calle por calle hasta la misma puerta de sus casas respectivas. Las madres cuando a lo lejos lo veían aparecer prevenían apresuradamente a los niños. – ¡Aparta hijo, que viene El Carita!– Pues no era habitual que un enorme vehículo perturbara el juego de los críos en medio de la calle.
Los taxis entonces eran unos autos cuadrados, ruidosos y pintados de negro, uno de ellos, el “Ford Balilla”. –Como si lo estuviera viendo–. En la puerta tenían pintado un triángulo blanco y debajo se leía “ALQUILER”.

Había también otras figuras, como “la churrera” o “el lechero”. Estos con su borrico tirando de un carrito, otros en bicicleta portando en los costados dos grandes cántaros de cinc. Repartían leche a granel con una medida contrastada de medio litro, al terminar de servir añadían un chorrito de propina para que la clientela quedara contenta y vieran que no engañaban. Engañar en la medida creo yo, que no engañaban, ¡aunque se daban una maña!, que visto y no visto, despachaban varios litros en un santiamén. ¿Pero, y en el agua?, ahí si que tengo yo mis dudas.

Otros personajes de la calle eran los “Maletas”. Estos disponían de un carretillo para transportar maletas y otros bultos, ¿quién no los recuerda?. Allí, junto al mercado central, esperando a que los llamaran para hacer el porte correspondiente. Estaban: El Tomasín, el Maera y el Lamparilla entre otros.
Cierto día, caminaban apresuradamente por la calle de la Rúa discutiendo fogosamente el Tomasín junto a su mujer. Ella cargaba sobre el hombro a un bebé, como si de un fardel se tratara, lo llevaba envuelto en una toquilla raída y agarrado por las piernas le colgaba de la espalda. Era tan acalorada la discusión que el bebé se le escurrió y cayó en la acera sin que ninguno de los dos se percatara del suceso. La gente gritaba – ¡Señora, señora, que se le ha caído el niño¡. ¡Hay que ver!. -!Oiga¡ El chupete-.

Continuará, –porque de estas historias hay cuerda para rato–.
Felipe García Fraile

lunes, 26 de mayo de 2008

2 LINGOTAZO
















LINGOTAZOEn la época de mi niñez y mocedad, hubo una característica social muy arraigada.
Se trataba de la cultura del “lingotazo”, (lo que hoy se llama tomar un chupito). Quiero decir que en general y con cualquier excusa los mayores de aquella generación aprovechaban cualquier evento para festejarlo con una copita de licor. Generalmente gustaban, anís las damas y “coñac” los hombres, entre otros licores espirituosos. Las guindas en aguardiente, eran una exquisitez que pocos se perdían.
Sobre todo predominaban las copitas mañaneras de aguardiente, que principalmente se consumían en churrerías, con la excusa de tomar un café o chocolate con churros. Aseguraban los aficionados a la barra, que confortaba el cuerpo en los días gélidos del crudo invierno y las tareas matinales se soportaban con más optimismo.
También se estilaba mucho en aquella época, que al visitar a familiares o amigos, en un brete colocaran la correspondiente copita. Digo literalmente copita, porque así lo eran. ¡Minúsculas!; unas con pie, otras simulaban un pequeño vaso y algunas incluso tenían una línea roja para circunscribir la dosis conveniente.
Me acuerdo como si fuera cosa de ayer, que cierto amanecer de un día invernal donde los haya, y a primeros de la década de los 60. - ­En aquellos inviernos se llego a registrar una temperatura de 20º bajo cero -. Cierto primo mío y yo, que entonces éramos unos mozalbetes imberbes. Acompañábamos a su hermano hasta la estación de RENFE para despedirlo, ya que emprendía en tren, viaje de regreso hacia Zaragoza, seguramente para recomenzar el curso tras las vacaciones Navideñas.
Después de que el viejo tren se largara escupiendo humo y vapor por todos sus costados, se me ocurrió la deslumbrante idea de invitar a mi primo a tomar la oportuna copita de aguardiente, ¡para eso de entrar en calor!, pues la mañana era tan fría que el aliento se exhalaba en forma de neblina glacial.
Entramos en un bar, bajo los soportales de San Antonio y ni corto ni perezoso le pedí al camarero sendas copas del susodicho licorcete. Aquel aguardiente de “granel”, bien rondaría los 40º por litro, de contenido alcohólico.
Yo, que de vez en cuando ya me había echado alguna de esas copas al coleto, me la bebí de un solo sorbo, como si se tratara de simple colación, pues me pareció que la dosis era lo suficientemente ínfima como para no hacerle remilgos.
Mi primo que era nuevo en la lid del lingotazo y para no ser menos, se sacudió de un trago la pócima.
¡Que susto! Fue tal mi sorpresa al ver el ahogo producido por efecto del alcohol en su novel gollete, que todavía no he conseguido sacudirme el sobresalto del cuerpo. Menos mal que paulatinamente y a base de golpecitos en la espalda, se fue recuperando y todo quedo en eso, un enorme susto que por poco nos cuesta un disgusto.
Mi primo nunca lo ha olvidado. A veces lo rememora en tono anecdótico y socarrón, reventando de risa y afirmando que yo me quedé como si tal cosa.
Grabado para siempre ha quedado en mi memoria aquel suceso imprevisto que me sobrecogió, por lo que no deja de ser anecdótico. Todo por la desinformación y la ignorancia que se caracterizaba entonces sobre todo a edades tempranas.


Felipe García Fraile



martes, 13 de mayo de 2008

1 PRÓLOGO

Mi Primer diseño. Agosto 1.996



PRÓLOGO DEL AUTOR

Probablemente, este blog será leído por personas intelectuales o eruditas y, si acaso son capaces de soportarlo, le ruego, no me consideren un atrevido pretencioso que anhela vanagloriarse de su precaria cultura, sino que lo escribo, entre otras cosas con el afán de comunicar, a personas de mi entorno aspectos y costumbres de tiempos pasados, así como, algunas vivencias acontecidas en esta y otra época.

Con esto quiero decir que yo no soy docto en el arte de la escritura, ya que para eso además de ser persona ilustrada hay que haberse dedicado al estudio de esta ciencia durante largo tiempo y, así mismo, considerar la semántica como disciplina intensa.

Quiero afirmar que yo mismo me autocalifico como aprendiz de vate y empiezo este blog con una quintilla que hace tiempo escribí en un momento de asueto.
Prolongo, con un romance dedicado a la memoria de mis abuelos. Creo que para todo el mundo los abuelos representan algo exclusivo. Para mi fueron vitales en la niñez y juventud. Su sabiduría enseñanzas y ejemplos contribuyeron a forjar mi carácter así como la preparación para afrontar la vida.




Quintilla­­

—¿Lope? No puedo emular,
Quevedo nunca fui.
¡Ni a Góngora remedar!
Momentos que yo viví
señero quiero cantar.




ROMANCE

Por aquel año Mariano,
del ayer cincuenta y dos,
el estío florecía
en el galán Valverdón.

Orgullosos los gañanes
trajinaban con fragor,
con las yuntas y labores
bregaban tras el albor.

Mis abuelos fueron pobres
sin haber de expiación,
el abuelo decía tacos,
pero nunca blasfemó.

la abuela hizo ganchillo
a la vera del portón,
para ellos este romance
rimando al arte menor.

El yantar está en la parva
por merienda colación,
han prohibido la censura
por el respeto al patrón

Cicateros son los “amos”
en el fin conmutación,
los justos eran los otros
y verán liberación.

Vuelve el abuelo de noche
siempre suelto su humor,

soportando las “Abarcas”
día de cansancio y dolor.

Escuchó las historias
que la abuela le leyó,
sentado en el “escabel”
muchas llamas contempló.






DOMINGO

La cigüeña macha el ajo
en la cumbre del frontón,
los vencejos vuelan alto
avivando su canción.
El porquero toca el cuerno,
el ganado va a reunión.
El ambiente huele a tamo,
humeros, pisto y morcón.


Ya se han sentido las “muchas”,
en domingo caluroso,
la gente llega a raudal
al tañido clamoroso,
silletín llevan las amas
y postreros van los mozos,
que con voces jadeantes
en el coro cantan todos.
Después de oír sermón
los viejos poco a poco,
fatigados se adormilan

en los bancos del socoro

Quiero desearos que las llamas que nos toca contemplar no os consternen, sino que sean fulgores, para ver que todos estaremos reunidos al presente y en tiempo postrero.
Y sin sentimentalismos, copiemos de nuestros ancestros que supieron vivir con júbilo.
Que los próximos años,que os queden en el haber, sean los mejores de vuestro ideal y que disfrutéis de los seres queridos que aún os rodean.