lunes, 17 de septiembre de 2018

46 DISTINGUIDO PÚBLICO


DISTINGUIDO PÚBLICO

Por aquellos tiempos, cuando España estaba en plena reconstrucción, la necesidad obligó a muchas familias a dedicarse a los espectáculos callejeros, tanto al circo como al teatro ambulante, o los títeres. Casi mendigando una limosna. Recorrían pueblos y barrios de ciudades. Actuaban en plazuelas, al descampado, montando un escenario rudimentario.
Otros habían domesticado a una cabra obligándola a subir por una escalera, al compás de la música estridente de una trompeta abollada. Después de la representación pedían la voluntad.

También vi a unos “calés” con una mona haciendo malabares.

—¡La mona barriga verde! ¡Señores!

 Hubo saltimbanquis, magos, payasos, acróbatas, equilibristas, tragasables, malabaristas y trapecistas.
Debutaban en las noches mágicas de verano, instalando en un descampado o plazuela, una pista de circo, con trapecio y cable para funambulista.
Exhibiciones de mucho mérito. Sin estridencias ni decibelios. La música que origina el instrumento, sin artefactos amplificadores, se oye perfectamente, es agradable y no molesta.
El presentador, con voz chillona, comenzaba el espectáculo:

¡Distinguido público!
Magnífico, divertido y, además de balde.
—¡Bueno, la voluntad!
Después de la escena, pasaban la gorra. (1)

Mucha gente, llevaba una silla o taburete de casa para ver la función cómodamente.
Una noche veraniega, junto con varios chavales, vecinos, presenciábamos un espectáculo teatral y de “varietés”. 
¡De pronto! 
Unos gamberretes hartos a morapio, cabalgando a toda velocidad, sobre unos pencos ataviados con enormes y escandalosos cencerros, espantaron al “distinguido público”, simulando a grandes voces la huida de una vaca brava recia y mala, que se había escapado del corral.
¡Cuidado! ¡La vaca! ¡La vacaaaa!

La estampida del distinguido, fue el mejor espectáculo. Muchos dejaron las sillas y se subieron al precario escenario, que de tanto peso se vino abajo hecho polvo.

El cantante, sarasa, se quedó a la mitad de la canción:

Cuando me case, mi madre,
dice que me va a comprar,
un traje muy elegante,
para poderme casar… ♪ ♫ ♫ ♪


El amasijo de tablas, cortinas de crepé y cachemir raído, mezclado con los asistentes, el sarasa, y mujerucas chillando, fue caótico.
El mocerío, partiéndonos de risa, corríamos con todo jolgorio, como alma que lleva el diablo. 
A los cachondos del numerito, los conocíamos, eran del arrabal:
El Traga, el Gelillo, el Miserias y el Cabeza plástico.
—¡Vaya choteo!

—¡Qué tiempos!
Crecimos sin TV hasta los años 60, jugábamos en la calle, montábamos en bicicleta ,sin casco y ¡aquí estamos! 

Tampoco nuestros padres tenían sillas de seguridad en el coche para sus hijos.
Entonces, era cuando se vivió la verdadera crisis. Y no la de ahora.

—En aquellos años de nuestro país superando la recesión económica. 
Los años del hambre, en los que el nivel de vida estaba por los suelos. 
A pesar de eso, la gente tenía sentido del humor y disfrutaban con júbilo lo poco que poseían.
Las madres economizaban cosiendo y remendando pantalones y calcetines rotos. Y el zapatero le echaba “filips” y "palas" a nuestros gastados zapatos. —No había dinero para comprar unos nuevos. 
¿Qué era eso de las vacaciones?

Allá por el 52, se empezó a utilizar la palabra veraneo. (Los más privilegiados). Lo máximo era, irse al pueblo o bañarse en el río.
Muchos, se fueron para el otro barrio sin conocer la playa y sin ver el mar.
Los trabajadores acudían al trabajo, por un sueldo mísero, montados sobre una bicicleta (el que podía tenerla), lloviera o chuzara. Ahora en cochecito y nos quejamos.
Al colegio andando. —¡No había otra cosa!
En las clases no teníamos calefacción. Si acaso un brasero para el profesor.
Padecíamos sabañones durante todo el crudo invierno. Inviernos de entonces. Frío polar hasta 20º bajo cero.

—Pero, yo creo, que eso ya lo he contado…

¡Pero! ¡Vamos a ver!

¡De qué pelotas, nos quejamos ahora!

                         ——————————

Escribo para mí solo, sin ningún afán de notoriedad, ni de publicidad, solo por el placer de escribir y narrar mis experiencias y anécdotas.
A algunos le gustarán y a otros no, pero lo importante es que quien me aprecie sepa comprender y valorar mis vivencias.
Los que me conocen, saben quién soy. Y los que no me conocen. —¡Psche! Libertad para opinar. 
No le tengo acritud a nadie, quiero vivir el resto de mi vida en positivo, suavemente, sin aspereza, sin antipatía y sin brusquedad. Con empatía hacia los demás, todas las personas tienen su lado positivo.

Como dijo Gustave Flaubert:
En mi pobre vida, tan vulgar y tranquila, las frases son aventuras y no recojo otras flores que las metáforas.
Nota:
Este artículo, corresponde a un capítulo del libro:

QUERIDO ABUELO FELIPE.

ENTRE TÚ Y YO.

En este relato, los nombres y algunas situaciones son en sentido figurado, para no herir la sensibilidad de los que se sientan identificados con estas historias.

1 Vid:

Diccionario

Abierto y colaborativo.
Es la acción posterior a una actuación artística espontánea en público de cualquier índole, mediante la cual el artista espera ser compensado monetariamente por su presentación. Para ello, utiliza un colaborador o él mismo pasa una gorra o sombrero a manera de caja de recaudo. Las dádivas son voluntarias y variadas. Pedir donativos

jueves, 6 de septiembre de 2018

45 VIEJOS ESCENARIOS


El HOMBRE QUE MATÓ A LIBERTY VALANCE.

Contando, estas historias, no me mueve la necedad de humillar o menoscabar a nadie, sino de trasmitir a mis nietas y nietos vivencias y situaciones anecdóticas de mi vida. Siempre en un tono jocoso, sin ironía y sin ánimo de ninguna vejación u ofensa.

En este, nuestro país… ¡Siempre los torpes, se han reído de la desgracia ajena! 

Era, Afrodisio Carmonita Carentoco, un tipo bonachón, regente de un supermercado situado en un pueblo; más allá de la submeseta sur.
Aquel hombre, padecía una rara afección, que le obligaba al movimiento involuntario de su brazo derecho. Eso provocaba la risa de algunos pollos tarambanas, mamarrachos, y botarates niñatos.
Debido a la dolencia, tenía que sujetarse la mano con la contraria para esconderla en el bolsillo del pantalón.
Pero el problema se agravaba al subirse al coche. Le resultaba difícil echarle mano a la palanca de cambios. Tardaba mucho tiempo en agarrarse a ella, con mucho esfuerzo y aplomo, después no la soltaba y conducía con una sola mano.
Por eso entre los necios, se ganó el apodo del Hombre que mató a Liberty Valance. 
Necio, es la persona incapaz de realizar un razonamiento ordinario, en muchos casos debido a su escasa cultura. 
También existen algunos que se creen sabios y practican la profesión de la necedad. Una de las desgracias, de nuestra plebe.

Había otro; Honorato Posidio Bailón, muy amable y servicial, pero sordo como una tapia. Tendero de un pueblecito al sur de la Siberia Extremeña.
Portaba el hombre, un audífono de enorme petaca niquelada y varios botones, anclado al oído mediante un cordón trenzado. Tan antiguo era el “sonotone” que parecía de los tiempos de “Carolo”.  
El artilugio, cuando Honorato hablaba, provocaba un raro eco reiterativo y zumbador, que aparte de hacer daño en los oídos, se repartía por todo el recinto.
–¡Buenas tardes, Sr. Posidio!
–¡Buenas! ¡Buenas! ¡Buenas! enas, enas, enas
–¡Que calor!
–¡Mucho! ¡Mucho! ¡Mucho! ucho, ucho, ucho …
La esposa, aparecía por detrás de las cortinas y al bonachón, le requisaba el aparato.
– ¿Qué le pongo señora?
– ¡Dame cuarto y mitad de azúcar! ¡Con tu marido no me entiendo!

Conocí a otro sobresaliente, llamado Saturnino Farandul Genadio.
Este era gangoso y un día empecinado me decía:
–¡¿Usted es el arsa!?  (Del equipo del Barsa o Barcelona)
–¡No, yo no! ¿Por qué lo dice?
–¡Or los olores de la orbata! ¡No é, azul y ojo! (no ve, azul y rojo).
Aquel año, la compañía, Planificó una promoción para aumentar las ventas y sorteó entre todos los clientes de España un Seat 124. Vehículo caro, puntero y de moda en aquellos tiempos. 
¡Eureka! ¡Le toco a Saturnino!
Increíblemente, le amarró una reja a la trasera y se fue a arar unas tierras. 
–De tanto roturar, ya me diréis…
¡El precursor del tractor amarillo!

En todos estos relatos, basados en escenarios de hace 50 años, los nombres y situaciones son en sentido figurado, para no herir la susceptibilidad de los que se sientan identificados con estas historias.

martes, 4 de septiembre de 2018

44 HISTORIETA DE PETER


UNA HISTORIA DE LA CASA CUNA

Conozco desde hace tiempo a un tal “Peter”, ya jubilado, paseante, acompañado de un chucho viejo y que tiene un hijo “murciélago”  anarquista.
Tuvo la desgracia de ser expósito. Pasó su niñez y primera juventud en la inclusa, seguramente hasta que alcanzó la edad laboral, ejerciendo después como oficial de cerrajería. 
Charlando un día con él junto a la barra de una tasca, me contó una historieta graciosa.
Al parecer, en el hospicio, tenían un dormitorio enorme de 40 o 50 camas, en el que dormían todos los asilados juntos, igual que en un viejo sanatorio del principio del siglo XX.
Como todos eran unos críos y le gustaba la “jarana”, el director ponía de vigilante al de más edad. (Hasta que todos estuvieran dormidos).
Lo llamaban “RAO”, diminutivo de “Venerao”. Su nombre era el de Venerado, –Pero… 
Al parecer este hombre era un poco retrasado mental; mirándolo bien, era tonto, lo que se dice, un melón, pero no uno cualquiera, sino un zoquete conspicuo.
También, entre los chicos había un sordomudo, juguete y pitorreo de los demás chavales, (para agravar su desgracia). 
Jóvenes desvalidos, tristes, llenos de miseria, desnutridos, maltratados, castigados severamente sin motivo y dejados todos de la mano de Dios.
Cuando “El Rao” apagaba la luz y ordenaba silencio, algún bromista daba unos cuantos gritos, con el consiguiente regodeo de todos.
–¿Quién ha sido? –Voceaba “El Rao”, con la vara amenazante en la mano y encendiendo la luz.
¡El mudo! ¡Ha sido el mudo! –Clamaban los traviesos con gran  jolgorio.                             

El pobre sordomudo, ya dormido, se despertaba a base de una serie de varazos y alaridos del “tonto”. Sin saber a qué venía el flagelo. 
De la bronca, no se enteraba, el pobre.


                         Dormitorio de niños del Hospicio