jueves, 6 de septiembre de 2018

45 VIEJOS ESCENARIOS


El HOMBRE QUE MATÓ A LIBERTY VALANCE.

Contando, estas historias, no me mueve la necedad de humillar o menoscabar a nadie, sino de trasmitir a mis nietas y nietos vivencias y situaciones anecdóticas de mi vida. Siempre en un tono jocoso, sin ironía y sin ánimo de ninguna vejación u ofensa.

En este, nuestro país… ¡Siempre los torpes, se han reído de la desgracia ajena! 

Era, Afrodisio Carmonita Carentoco, un tipo bonachón, regente de un supermercado situado en un pueblo; más allá de la submeseta sur.
Aquel hombre, padecía una rara afección, que le obligaba al movimiento involuntario de su brazo derecho. Eso provocaba la risa de algunos pollos tarambanas, mamarrachos, y botarates niñatos.
Debido a la dolencia, tenía que sujetarse la mano con la contraria para esconderla en el bolsillo del pantalón.
Pero el problema se agravaba al subirse al coche. Le resultaba difícil echarle mano a la palanca de cambios. Tardaba mucho tiempo en agarrarse a ella, con mucho esfuerzo y aplomo, después no la soltaba y conducía con una sola mano.
Por eso entre los necios, se ganó el apodo del Hombre que mató a Liberty Valance. 
Necio, es la persona incapaz de realizar un razonamiento ordinario, en muchos casos debido a su escasa cultura. 
También existen algunos que se creen sabios y practican la profesión de la necedad. Una de las desgracias, de nuestra plebe.

Había otro; Honorato Posidio Bailón, muy amable y servicial, pero sordo como una tapia. Tendero de un pueblecito al sur de la Siberia Extremeña.
Portaba el hombre, un audífono de enorme petaca niquelada y varios botones, anclado al oído mediante un cordón trenzado. Tan antiguo era el “sonotone” que parecía de los tiempos de “Carolo”.  
El artilugio, cuando Honorato hablaba, provocaba un raro eco reiterativo y zumbador, que aparte de hacer daño en los oídos, se repartía por todo el recinto.
–¡Buenas tardes, Sr. Posidio!
–¡Buenas! ¡Buenas! ¡Buenas! enas, enas, enas
–¡Que calor!
–¡Mucho! ¡Mucho! ¡Mucho! ucho, ucho, ucho …
La esposa, aparecía por detrás de las cortinas y al bonachón, le requisaba el aparato.
– ¿Qué le pongo señora?
– ¡Dame cuarto y mitad de azúcar! ¡Con tu marido no me entiendo!

Conocí a otro sobresaliente, llamado Saturnino Farandul Genadio.
Este era gangoso y un día empecinado me decía:
–¡¿Usted es el arsa!?  (Del equipo del Barsa o Barcelona)
–¡No, yo no! ¿Por qué lo dice?
–¡Or los olores de la orbata! ¡No é, azul y ojo! (no ve, azul y rojo).
Aquel año, la compañía, Planificó una promoción para aumentar las ventas y sorteó entre todos los clientes de España un Seat 124. Vehículo caro, puntero y de moda en aquellos tiempos. 
¡Eureka! ¡Le toco a Saturnino!
Increíblemente, le amarró una reja a la trasera y se fue a arar unas tierras. 
–De tanto roturar, ya me diréis…
¡El precursor del tractor amarillo!

En todos estos relatos, basados en escenarios de hace 50 años, los nombres y situaciones son en sentido figurado, para no herir la susceptibilidad de los que se sientan identificados con estas historias.

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