martes, 17 de junio de 2008

7 UN FRAILE







7 AQUEL FRAILE

Si la memoria no me falla, esta y otras historias que yo sé, fueron transmitidas de boca a boca entre mi familia a lo largo de los años. Unas las escuché cuando fui niño, contadas en aquellas animadas tertulias de mis mayores; posteriores a la cena, “al amor de la lumbre”; del mismo modo en las noches estivales sentados en el “escaño” que había en un porche, saliendo al corral. Otras me las describió mi madre, que gozó siempre de una lucidez prodigiosa. Entorno los ojos y se para el tiempo, la oigo pausadamente...

La primera referencia que tengo de un antepasado Fraile, se trata de mi bisabuelo Manuel Fraile Sánchez, Casado con María Mateos.
Fue montaraz en una finca llamada Cuadrilleros, situada a cinco leguas de Ledesma, a la que se accede por la carretera que une esta localidad con Añover de Tormes. Finca regada por la Rivera de Cañedo.

Cuadrillero es un derivado de cuadrilla, palabra que lo es a su vez de cuadro, cuyo origen latino quadrum es afín, como dice Corominas, a quattuor, ‘cuatro’–.(¹)

Habitaban una de las casas que ahora se encuentran en ruinas, de las que hace muchos años nadie ha vuelto a ocupar. Cuadrilleros, se registra como despoblado en el año 1.867.




Se cuenta que por aquel tiempo, hace mucho más de cien años, en alguno de los pajares, a veces se refugiaban varias bandas de salteadores; ¡aquellos de época! Ya que por ser un lugar apartado y poco frecuentado, tenían una cierta seguridad ante la justicia.
¡Eso sí! Con el obligado beneplácito del bisabuelo, pues de negarse, hubiera puesto en juego la seguridad de toda su estirpe.

Según reza en la Enciclopedia Libre WikipediA: El fenómeno del bandolerismo es universal y muy antiguo; se origina en regiones donde la miseria y la injusticia se han cebado especialmente con algunas personas empobreciéndolas y arrojándolas en brazos del contrabando, el robo o el crimen, generando de esta manera una forma más o menos colectiva de saqueo organizado.

Fueron dos las pandillas de bandoleros que frecuentaban la zona; una la de “El Mosco y otra la de “El Alambrero”. Eran de aquellos “tipos” que utilizaban trabucos, escopetas de avancarga “LEFAUCHE” o fusiles de chispa. ¡Ay! del osado viajero que se negara a entregarles con premura “la bolsa”...
Todos sabemos que en aquellos años, se viajaba a lomos de caballerías o en diligencias y carros de mulas, cosa que facilitaba la tarea de los celebérrimos bandidos.
Sé, que a cambio del obligado cobijo, en cierta ocasión y al regreso de una de las andanzas, le dejaron a Manuel como dádiva una burra blanca, “buenísima” que el abuelo tuvo que aceptar a regañadientes, so pena de descalabro físico. Parece ser, que los bandoleros le tranquilizaban asegurando, que al haberla “afanado” en comarca lejana, no existía peligro ninguno de que el dueño la identificara.
En otra ocasión, al despedirse para emprender una de sus incursiones, también le suministraron una cubertería de plata. Cubertería que al final, entendí que fue desapareciendo poco a poco. ¡Como todas las cosas!

Como ellos han desaparecido, como yo también desapareceré.

Los ojos, se me secarán
y no podré llorar
y se secarán.
El pecho se me dormirá
y ya no podré amar
y me dormiré.

(¹) Vid. IGNACIO COCA TAMAME Toponimia de la Rivera de Cañedo. P. 270

viernes, 6 de junio de 2008

6 EL HUERTO FAMILIAR








EL HUERTO FAMILIAR
Muy característico en los años de posguerra era el huerto familiar, creados para garantizar la paz social, paliar el grave problema de la hambruna y mesocratizar a los trabajadores, Franco apoyó los huertos familiares, que en aquella España negra y atrasada fruto de la guerra civil, servían para un mayor desahogo económico de las familias.
En 1957 el Instituto Nacional de colonización había gastado tan solo ochenta millones de pesetas en estos menesteres. Las únicas zonas en las que realmente se había hecho algún esfuerzo fueron Ávila y Salamanca, donde se repartieron unos 600 huertos de secano y unos 5000 de regadío , con superficies de 4000 y 1200 m.2 respectivamente.
Poco a poco, a partir de los años sesenta el asunto fue languideciendo y los huertos familiares desaparecieron como por encanto.

¿Lo recordáis Frailes? por aquel entonces circulaba una copla que todo el mundo canturreaba al son del trajín cotidiano.

Decía que tenía
un huerto familiar
y luego no tenía,
ni agua “pa” regar
.

¡Hoy daremos un paseo hasta el huerto!, iremos por el camino Perdigueros.
“Camino Perdigueros”, “Lantanica”, “las Cárcavas”, “el Caño”, “el Batán”, “el huerto de Piriri”, “el tío Peñausende”, “el tonto Mayalde”, “la tía Benita”, “el Codín”, el Huevero”, “Zuli Zuli”…. ¡Que nombres!.
( Estos nombres de lugares, pertenecen a la microtoponimia de Zorita. Son nombres y apodos que se han trasmitido de boca en boca desde tiempo inmemorial).

En aquel huerto recoleto se ubicaba un pozo del que se lograba sacar agua mediante una bomba manual o “chupón” y que con movimientos monótonos y vigorosos, se iba llenando un pilón que cumplía la misión de refrescarnos tanto a las lechugas como a la chiquillería, que alborozadamente en aquellas tardes estivales nos deleitábamos dándonos unos chapuzones, como si de piscina olímpica se tratara.
Una de aquellas tardes calurosas que acompañaba yo a mi abuela para cumplir con las labores de la horticultura, se cruzó con nosotros un mozalbete vecino del pueblo, este llevaba un “siete” en la culera de los pantalones, cosa habitual en aquel tiempo. Mi abuela que se caracterizaba por su buen humor, no se resistió a recitarle al mozo la siguiente copla:

—Bartolillo barre barre,
madre no quiero barrer,
tengo los calzones rotos
y el culillo se me ve.—


A lo que el mozalbete un poco turbado, puso tierra de por medio, desapareciendo como por encanto de nuestra vista.

Perennes en mi memoria están aquellos veranos vacacionales que pasé en Valverdón, donde disfruté de mis abuelos, – ¡tuve la suerte de tener abuelos!– del río, del huerto familiar, del pisto y de la naturaleza. Y como dice el poema:
He visto a la luna buena besando el cañaveral.

Si os lo proponéis, vosotros mismos podéis preparar el pisto que hacía mi abuela. ¡Me sorprendo yo con las fórmulas que utilizan los cocineros famosos! Ni ellos mismos se atreven a probar sus brebajes. Lo exquisito ya lo descubrieron nuestras abuelas con su ingenio, recurriendo a productos naturales con la forzada sabiduría de la necesidad y la escasez de aquellos años. El abuelo decía: –¡Vale tanto para un roto, como para un descosido!–.
Mi abuelo era un hombre de temple, capaz de arar una yugada de tierra en un día. Sí, en un día. Ciertamente se puede aplicar el dicho de trabajar de sol, a sol.
¡No creáis Frailes, que una yugada de tierra es cualquier cosa! Equivale a 50 fanegas, algo más de 32 hectáreas, ¡que no es moco de pavo!, diría un castizo.
¡Como presagiaba el tiempo! con una precisión certera, tenía una sensatez y un saber adquirido en el bregar de la vida. Cierro los ojos y siento el orgullo de haber tenido a mis ancestros.
Bien: en otro momento hablaremos de esto, pues ahora no me resisto a instruiros en la receta del pisto.
!Ahí va¡ Coged un kilo de calabacines pelados y troceados, cocerlos hasta que suelten el agua y escurrir. Pochar una cebolla troceada, en aceite de oliva fino, seguidamente añadir un tomate y pimiento cortados amorosamente en juliana, pimentón y cuarto de kilo de bacalao desmigajado, dejarlo cocer lentamente y al final añadir el calabacín escalfando un huevo. Salar al gusto.
¡Bigardos! Hacerlo y recuperareis la memoria del sabor.

Estos son solo recuerdos, recuerdos míos, solo míos, solo recuerdos. Solo capítulos de mi vida. Los años pasan y no queda nadie, no queda nada. Yo tampoco estaré algún día. Veo como la vida va pasando y veo a mi madre, veo a la gente que ha dejado huella. Huella en mis ojos, en mi memoria y en mis adentros. Recuerdos clavados en mi mente hasta mi último grito.
Tengo el pelo completamente blanco, pero voy a sacar el jugo de mi pasado, de mis labios están brotando voces y de mis ojos está brotando llanto.


El recuerdo es el único paraíso del cual no podemos ser expulsados.

miércoles, 4 de junio de 2008

5 Allí sonó la sonrisa




LAS ERAS

Los carros llegan tranquilos,
¡baluartes a rebosar!
la yunta sigue estilos
de los mozos al acarrear.

Roderas pasan marcando,
por calles, al alabear.
mozos a mozas mirando,
que van al río a lavar.


Mies, hombres avientan,
mujeres el trigo abalean,
horcas la parva tientan,
las pamelas al sol blanquean.

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Chicharras aplauden la siesta
de los bueyes rumiando en la era.
Ansiando del rey la puesta,
el sol de justicia la tez lacera.

Cayendo la tarde, bullen los trillos,
que resbalan jugando a la rueda,
los gañanes tornean la vereda
y con los arreboles cantan grillos.

martes, 3 de junio de 2008

4 Evocación del espíritu sereno








SONETO

El crepúsculo cubre la ribera,
las náyades velan los caudales,
el céfiro brinca por los trigales,
sosegada y sola queda la era.

La luna sobre el río reverbera,
los anuros loan en cañaverales;
álamos y chopos hablan ideales,
la boyada regresa placentera.

Penden adormecidas las coyundas,
ante sus desvanecidas labores.
¡Por qué las yuntas están errabundas!

Orlado está el cielo de fulgores,
tinieblas en el campo profundas.
Del hogar contemplo los resplandores.