lunes, 17 de septiembre de 2018

46 DISTINGUIDO PÚBLICO


DISTINGUIDO PÚBLICO

Por aquellos tiempos, cuando España estaba en plena reconstrucción, la necesidad obligó a muchas familias a dedicarse a los espectáculos callejeros, tanto al circo como al teatro ambulante, o los títeres. Casi mendigando una limosna. Recorrían pueblos y barrios de ciudades. Actuaban en plazuelas, al descampado, montando un escenario rudimentario.
Otros habían domesticado a una cabra obligándola a subir por una escalera, al compás de la música estridente de una trompeta abollada. Después de la representación pedían la voluntad.

También vi a unos “calés” con una mona haciendo malabares.

—¡La mona barriga verde! ¡Señores!

 Hubo saltimbanquis, magos, payasos, acróbatas, equilibristas, tragasables, malabaristas y trapecistas.
Debutaban en las noches mágicas de verano, instalando en un descampado o plazuela, una pista de circo, con trapecio y cable para funambulista.
Exhibiciones de mucho mérito. Sin estridencias ni decibelios. La música que origina el instrumento, sin artefactos amplificadores, se oye perfectamente, es agradable y no molesta.
El presentador, con voz chillona, comenzaba el espectáculo:

¡Distinguido público!
Magnífico, divertido y, además de balde.
—¡Bueno, la voluntad!
Después de la escena, pasaban la gorra. (1)

Mucha gente, llevaba una silla o taburete de casa para ver la función cómodamente.
Una noche veraniega, junto con varios chavales, vecinos, presenciábamos un espectáculo teatral y de “varietés”. 
¡De pronto! 
Unos gamberretes hartos a morapio, cabalgando a toda velocidad, sobre unos pencos ataviados con enormes y escandalosos cencerros, espantaron al “distinguido público”, simulando a grandes voces la huida de una vaca brava recia y mala, que se había escapado del corral.
¡Cuidado! ¡La vaca! ¡La vacaaaa!

La estampida del distinguido, fue el mejor espectáculo. Muchos dejaron las sillas y se subieron al precario escenario, que de tanto peso se vino abajo hecho polvo.

El cantante, sarasa, se quedó a la mitad de la canción:

Cuando me case, mi madre,
dice que me va a comprar,
un traje muy elegante,
para poderme casar… ♪ ♫ ♫ ♪


El amasijo de tablas, cortinas de crepé y cachemir raído, mezclado con los asistentes, el sarasa, y mujerucas chillando, fue caótico.
El mocerío, partiéndonos de risa, corríamos con todo jolgorio, como alma que lleva el diablo. 
A los cachondos del numerito, los conocíamos, eran del arrabal:
El Traga, el Gelillo, el Miserias y el Cabeza plástico.
—¡Vaya choteo!

—¡Qué tiempos!
Crecimos sin TV hasta los años 60, jugábamos en la calle, montábamos en bicicleta ,sin casco y ¡aquí estamos! 

Tampoco nuestros padres tenían sillas de seguridad en el coche para sus hijos.
Entonces, era cuando se vivió la verdadera crisis. Y no la de ahora.

—En aquellos años de nuestro país superando la recesión económica. 
Los años del hambre, en los que el nivel de vida estaba por los suelos. 
A pesar de eso, la gente tenía sentido del humor y disfrutaban con júbilo lo poco que poseían.
Las madres economizaban cosiendo y remendando pantalones y calcetines rotos. Y el zapatero le echaba “filips” y "palas" a nuestros gastados zapatos. —No había dinero para comprar unos nuevos. 
¿Qué era eso de las vacaciones?

Allá por el 52, se empezó a utilizar la palabra veraneo. (Los más privilegiados). Lo máximo era, irse al pueblo o bañarse en el río.
Muchos, se fueron para el otro barrio sin conocer la playa y sin ver el mar.
Los trabajadores acudían al trabajo, por un sueldo mísero, montados sobre una bicicleta (el que podía tenerla), lloviera o chuzara. Ahora en cochecito y nos quejamos.
Al colegio andando. —¡No había otra cosa!
En las clases no teníamos calefacción. Si acaso un brasero para el profesor.
Padecíamos sabañones durante todo el crudo invierno. Inviernos de entonces. Frío polar hasta 20º bajo cero.

—Pero, yo creo, que eso ya lo he contado…

¡Pero! ¡Vamos a ver!

¡De qué pelotas, nos quejamos ahora!

                         ——————————

Escribo para mí solo, sin ningún afán de notoriedad, ni de publicidad, solo por el placer de escribir y narrar mis experiencias y anécdotas.
A algunos le gustarán y a otros no, pero lo importante es que quien me aprecie sepa comprender y valorar mis vivencias.
Los que me conocen, saben quién soy. Y los que no me conocen. —¡Psche! Libertad para opinar. 
No le tengo acritud a nadie, quiero vivir el resto de mi vida en positivo, suavemente, sin aspereza, sin antipatía y sin brusquedad. Con empatía hacia los demás, todas las personas tienen su lado positivo.

Como dijo Gustave Flaubert:
En mi pobre vida, tan vulgar y tranquila, las frases son aventuras y no recojo otras flores que las metáforas.
Nota:
Este artículo, corresponde a un capítulo del libro:

QUERIDO ABUELO FELIPE.

ENTRE TÚ Y YO.

En este relato, los nombres y algunas situaciones son en sentido figurado, para no herir la sensibilidad de los que se sientan identificados con estas historias.

1 Vid:

Diccionario

Abierto y colaborativo.
Es la acción posterior a una actuación artística espontánea en público de cualquier índole, mediante la cual el artista espera ser compensado monetariamente por su presentación. Para ello, utiliza un colaborador o él mismo pasa una gorra o sombrero a manera de caja de recaudo. Las dádivas son voluntarias y variadas. Pedir donativos

jueves, 6 de septiembre de 2018

45 VIEJOS ESCENARIOS


El HOMBRE QUE MATÓ A LIBERTY VALANCE.

Contando, estas historias, no me mueve la necedad de humillar o menoscabar a nadie, sino de trasmitir a mis nietas y nietos vivencias y situaciones anecdóticas de mi vida. Siempre en un tono jocoso, sin ironía y sin ánimo de ninguna vejación u ofensa.

En este, nuestro país… ¡Siempre los torpes, se han reído de la desgracia ajena! 

Era, Afrodisio Carmonita Carentoco, un tipo bonachón, regente de un supermercado situado en un pueblo; más allá de la submeseta sur.
Aquel hombre, padecía una rara afección, que le obligaba al movimiento involuntario de su brazo derecho. Eso provocaba la risa de algunos pollos tarambanas, mamarrachos, y botarates niñatos.
Debido a la dolencia, tenía que sujetarse la mano con la contraria para esconderla en el bolsillo del pantalón.
Pero el problema se agravaba al subirse al coche. Le resultaba difícil echarle mano a la palanca de cambios. Tardaba mucho tiempo en agarrarse a ella, con mucho esfuerzo y aplomo, después no la soltaba y conducía con una sola mano.
Por eso entre los necios, se ganó el apodo del Hombre que mató a Liberty Valance. 
Necio, es la persona incapaz de realizar un razonamiento ordinario, en muchos casos debido a su escasa cultura. 
También existen algunos que se creen sabios y practican la profesión de la necedad. Una de las desgracias, de nuestra plebe.

Había otro; Honorato Posidio Bailón, muy amable y servicial, pero sordo como una tapia. Tendero de un pueblecito al sur de la Siberia Extremeña.
Portaba el hombre, un audífono de enorme petaca niquelada y varios botones, anclado al oído mediante un cordón trenzado. Tan antiguo era el “sonotone” que parecía de los tiempos de “Carolo”.  
El artilugio, cuando Honorato hablaba, provocaba un raro eco reiterativo y zumbador, que aparte de hacer daño en los oídos, se repartía por todo el recinto.
–¡Buenas tardes, Sr. Posidio!
–¡Buenas! ¡Buenas! ¡Buenas! enas, enas, enas
–¡Que calor!
–¡Mucho! ¡Mucho! ¡Mucho! ucho, ucho, ucho …
La esposa, aparecía por detrás de las cortinas y al bonachón, le requisaba el aparato.
– ¿Qué le pongo señora?
– ¡Dame cuarto y mitad de azúcar! ¡Con tu marido no me entiendo!

Conocí a otro sobresaliente, llamado Saturnino Farandul Genadio.
Este era gangoso y un día empecinado me decía:
–¡¿Usted es el arsa!?  (Del equipo del Barsa o Barcelona)
–¡No, yo no! ¿Por qué lo dice?
–¡Or los olores de la orbata! ¡No é, azul y ojo! (no ve, azul y rojo).
Aquel año, la compañía, Planificó una promoción para aumentar las ventas y sorteó entre todos los clientes de España un Seat 124. Vehículo caro, puntero y de moda en aquellos tiempos. 
¡Eureka! ¡Le toco a Saturnino!
Increíblemente, le amarró una reja a la trasera y se fue a arar unas tierras. 
–De tanto roturar, ya me diréis…
¡El precursor del tractor amarillo!

En todos estos relatos, basados en escenarios de hace 50 años, los nombres y situaciones son en sentido figurado, para no herir la susceptibilidad de los que se sientan identificados con estas historias.

martes, 4 de septiembre de 2018

44 HISTORIETA DE PETER


UNA HISTORIA DE LA CASA CUNA

Conozco desde hace tiempo a un tal “Peter”, ya jubilado, paseante, acompañado de un chucho viejo y que tiene un hijo “murciélago”  anarquista.
Tuvo la desgracia de ser expósito. Pasó su niñez y primera juventud en la inclusa, seguramente hasta que alcanzó la edad laboral, ejerciendo después como oficial de cerrajería. 
Charlando un día con él junto a la barra de una tasca, me contó una historieta graciosa.
Al parecer, en el hospicio, tenían un dormitorio enorme de 40 o 50 camas, en el que dormían todos los asilados juntos, igual que en un viejo sanatorio del principio del siglo XX.
Como todos eran unos críos y le gustaba la “jarana”, el director ponía de vigilante al de más edad. (Hasta que todos estuvieran dormidos).
Lo llamaban “RAO”, diminutivo de “Venerao”. Su nombre era el de Venerado, –Pero… 
Al parecer este hombre era un poco retrasado mental; mirándolo bien, era tonto, lo que se dice, un melón, pero no uno cualquiera, sino un zoquete conspicuo.
También, entre los chicos había un sordomudo, juguete y pitorreo de los demás chavales, (para agravar su desgracia). 
Jóvenes desvalidos, tristes, llenos de miseria, desnutridos, maltratados, castigados severamente sin motivo y dejados todos de la mano de Dios.
Cuando “El Rao” apagaba la luz y ordenaba silencio, algún bromista daba unos cuantos gritos, con el consiguiente regodeo de todos.
–¿Quién ha sido? –Voceaba “El Rao”, con la vara amenazante en la mano y encendiendo la luz.
¡El mudo! ¡Ha sido el mudo! –Clamaban los traviesos con gran  jolgorio.                             

El pobre sordomudo, ya dormido, se despertaba a base de una serie de varazos y alaridos del “tonto”. Sin saber a qué venía el flagelo. 
De la bronca, no se enteraba, el pobre.


                         Dormitorio de niños del Hospicio

martes, 7 de agosto de 2018

43 TEATROS



COMPAÑÍA DE TEATRO


Dª Juanita Migraña, era una buena señora, vecina de un bonito barrio, madre de nueve hijos (cuatro varones y cinco chicas, si mal no recuerdo). Señora muy oronda y de mucho peso; tenía el trasero tan gordo como el bombo de Manolo. (Sin ánimo de ofender)
Matriarca de una compañía de actores itinerantes, de aquellos de antaño.
Cierto día, estando sola en casa, por accidente, se cayó de culo sobre un gran barreñón, de los utilizados para lavar la ropa. Al quedarse encajada, le fue imposible incorporarse. Se pasó la mañana lamentándose a gritos y llamando a los vecinos, hasta que consiguió que  un señor  la oyera a través del patio.
—¡Socorrooo, Sr. Tim!

Su marido, hombre enjuto, autoritario, serio, de carácter mandón y autárquico, disponía para su uso personal, de una escupidera dorada con tapadera.
La tenía colocada sobre la mesa del comedor. Cuando le sobrevenía el espeluzno, lanzaba el estacazo y lo escondía dentro del recipiente. —¡Así! Sin ningún miramiento. Estuviera, quién estuviera, ¡le daba lo mismo!
¿Tendría alguna dolencia crónica?
—¡Cualquiera lo sabe!

Juanita, alias “La Comino”, una de las hijas más jóvenes, se echó un novio de Bilbao. ¿Cómo lo conoció?, eso es un misterio. Desde luego no por internet. ¡No se había inventado!
Una de las veces que vino a visitarla, como estaba mal visto que se quedara a dormir en su casa, también por espacio y por falta de “money” para pagar una pensión. Le pidieron a una vecina el favor de darle cobijo. 
La señora, altruista, que le hacía favores a todo el mundo, accedió de inmediato; pero como ella tenía las camas justas, se lo endosó al  hijo mayor, para dormir con él. 
—Maldita la gracia que le hizo. 
—¡Había que ser obediente!
Como el velludo novio, no usaba pijama, dormía en calzoncillos. — ¡No slip, ni bóxer! ¡nada de eso!, calzoncillos de lienzo moreno, hechos a mano, seguramente por su abuela, copiando a los de confección de época y usados por los viejos de antaño, expuestos en las tiendas pueblerinas. Eran simplemente similares, imitaban a un short, ¡pero ni parecido!
Tenían perneras anchas, bragueta abierta y cojonera fuerte.
—¡Así duraban!
—¡Más que un traje de pana! 
El chico, “acobardado” se acomodaba en el larguero de la cama y así pasaba la noche, quieto, y más tieso que una vela.
—¡Jo! ¡Vaya tufo! 
—Eso de ducharse…


Después, como a la señora, le querían pagar el favor; se largaron una mañana a la pastelería “La Industrial “y compraron una bonita tarta de nata, para regalo.
Al regresar a casa en el autobús, tuvieron la mala fortuna de que, al apearse, la puerta le trincó la tarta en un descuido; se la aplastó dejándosela como un puré. 
—¡Hay perdone, Sª Mari, le traía una tarta y me la ha pillado la puerta del autobús!
—¡Si la pudieran aprovechar!
—¡Vaya disgusto, con lo cara que me ha costado!
—Pelín “majaras”, bajo mí particular opinión y sin ninguna acritud.

Al consorte de una de las hijas q.e.p.d. versado en historia contemporánea, le gustaba tomar unas copitas de anís durante las fiestas Navideñas.
Sin saber, la causa, rápidamente el espirituoso le hacía efecto y la tercera copa se la llenaban de agua, para limitar el consumo. Como las papilas gustativas se le habían anestesiado por el licor, sugestionándose de borrachera, todo le sabía igual y con la cogorza se explayaba cantando opera a grito “pelao”.
—¡Una furtiva lacrimaaaa!     

—Lo que no me encaja, es como, se las arreglaban para dormir, trece personas en una casa con solo tres habitaciones. ??

La compañía de teatro Olivera, compuesta por los hermanos y hermanas (salvo una de ellas, seguramente más avispada, emigrante a Alemania), recorrían los pueblos actuando y presentando sus obras en el salón de baile. No cobraban entrada, vivían de lo recaudado rifando una muñeca u otro utensilio. Durante el entreacto, vendían tiras de diez números a un duro (si la memoria no me falla). No paraban hasta conseguir la recaudación diaria, rentable para ir tirando.
Una mano inocente, del público, extraía de una ajada bolsa, la papeleta con el número premiado y quedaba hecho el sorteo.
Se desplazaban en un rudimentario carro, arrastrado por una mula trotamundos, que padecía de un “esparaván”. En la carreta acomodaban un brasero de cisco y unas mantas, para quitarse la tiritona del camino. 
Más adelante, un carpintero le fabricó una especie de carromato con literas (tipo caravana), donde hacían la vida nómada entre los pueblos.
—¡La “faena” era para la sufrida mula!
—¡Jornada tras jornada, tirando del trasto!
Pasada la temporada, de actuaciones, regresaban a casa en las vacaciones de Navidad. A veces, hacían la turné en los pueblos cercanos, teniendo como base su vivienda habitual.
Al cabo de un tiempo, al haber prosperado en lo referente a la cuestión monetaria, se compraron un flamante vehículo para arrastrar el armatoste. Se trataba de un viejo Dodge modelo Carnero, seguramente fabricado en los años 30 o 40 del pasado siglo.
Coche exportado de los EEUU. Duro como el acero, pero austero al estilo de la época. ¡Eso sí!, no era tan rápido como la caballería y comía más que ella.
También montaron una orquesta sinfónica, para amenizar con baile las actuaciones. Tocaban de oído, entrenándose en el patio. Una de las hermanas manejaba el acordeón, el cuñado el saxofón y otro hermano, la batería.
¡Tachín, tachín, tachín, tarará tachín. ♪
Y así todo el día de jarana en el patio.
–La mar de entretenido.
Con el tiempo dejaron el teatro. Eso ya no tenía interés social. Había llegado la televisión y en los pueblos ubicaban un teleclub.

 La mayoría de ellos, emigraron al norte en busca de trabajo allá por los primeros años 60. 
Me enteré por casualidad que algunos han desaparecido.
Desde entonces no he sabido nada del resto. 
Vivieron en positivo, echándole valor a la vida, con esperanza y sin mirar atrás. Sin miedo al fracaso.
Desde aquí:
Mi admiración hacia su esfuerzo para afrontar la trayectoria de su subsistencia y su sacrificado trabajo.




Así es la vida…

En este relato, los nombres y algunas situaciones son en sentido figurado, para no herir la sensibilidad de los que se sientan identificados con estas historias.

sábado, 28 de julio de 2018

42 JUANITO EL MORO




Juanito “El moro” 

Hubo en un pueblecito de La Armuña, allá por los tiempos de Mari Castaña, un paisano llamado Juan, al que todo el mundo en el lugar, apodaban “el moro”, atribuido seguramente al aspecto que le aportaba su tez quemada por el sol de justicia, reinante en la meseta por los meses de verano. Aparte de su genética, descendiente a ciencia cierta de algún agareno. 

Felipa, era una convecina suya propia del poblado. 
“La Felipa”, que al parecer era una fresca y un pendonazo, continuamente se pitorreaba de él, llamándole con mofa melódica y monocorde. ¡Juanito El Moro! ¡Juanito El Moooro! 

Juanito, harto de tanta burla, torciendo el gesto, le contestaba acaloradamente. ¡Felipa pu! ¡Felipa pu! ¡Felipa pu!  
Alejándose cabreado y raudo hacia las labores agrícolas cotidianas.
El hombrito, no quería pecar con palabras malsonantes, puesto que a la sazón, el clero consideraba pecado todo lo que sobresaliera de lo dictado por ellos y, el cura estaba al acecho.

Por eso, no se atrevía a decir “puta” sino, “pu”

Por aquel tiempo, era muy popular llamar a la gente por el mote:

“El Piriri” “el tío Quitolis”, “Zuli Zuli”, “el Codín” “Celerino el Porquero” “el Ranero”, “el Miserias”, “el Gelillo”, “el Cuco”, “el tío Cunisán”, “el Chaquetilla, “Pocarropa”, “Manolo El Rock”, “Juanito Lavandero”, “el Cato”, “el Maera”, “el Lamparilla”,  “el Traga”, “el Cala”, “el Retra, “el Fullique”, “el Gallina, "el Burricaina”, “ el Hollín”, “el Chicharro”, “el Portu”, “El gato”, “El Sardina”, “el Piyo” (de pillo), “Pichote legañoso”,  y así podría enumerar hasta el aburrimiento.

41 EL VENDEDOOR DE OBLEAS Y OTROS




Las obleas del tío Foro 


Era el “tío Foro”, un sujeto enjuto y bastante entrado en años, 

— ¡O sea, más viejo que la mojama!
Seguramente como los ingresos monetarios no le daban para muchas florituras, probablemente invadido por el hambre, la miseria y la precaria pensión de vejez, cosa típica y marginal en los años de la posguerra; se dedicaba el pobre vetusto, al oficio de vendedor ambulante de “obleas”.
Cubierta de boina la cabeza y armado con una cesta de mimbre con asa. — (¡De aquellas de antes, usadas también por las churreras! Cestas que vosotros seguramente no conoceréis, por lo arcaicas). 
¡Hay “oleas”!, pregonaba a grito “pelao”, por las calles de los barrios.
—No se había enterado que se llamaban “obleas”.  
Cierto día viajaba el vejete en el autobús urbano, sentado junto a una ventanilla. De repente, le sobrevino un instantáneo acceso de rara tos; fue tal el espasmo, que sacudió un fuerte y denso “lapo” sobre el cristal de la ventana, creyendo que esta estaba abierta, ya que su intención era echarlo fuera. 
¡Le tocara a quien le tocara

Eso de la venta ambulante se prohibió hace años, con el avance social y por carecer de controles sanitarios. 

Por aquellos tiempos, no había necesidad de ir al circo para ver espectáculos. Ocurrían continuamente en la calle.

Eran muchos los vendedores callejeros que utilizaban cestas: Barquilleros,  churreras, piperos, carameleros, etc.
No digo golosinas, porque entonces, no existían como ahora. Solamente teníamos los caramelos, los pirulís, las bolas de anís, con las que te podías ahogar en un verbo, también el chicle de Bazoka, los palos de regaliz, y para de contar.
No se habían inventado el chupa chups, ni las gominolas, ni nada del gran surtido que tenéis ahora, aunque tarde, han descubierto que por la cantidad de azúcares y aditivos que contienen, pueden ser muy perjudiciales para la salud. 
Más vale saberlo tarde, que nunca.
Pero la realidad es que todos esos oficios se han perdido.
Por suerte todo se ha modernizado. La sociedad ha avanzado, en muchas cosas  para nuestro bienestar. 
Pero queda la nostalgia de aquel convivir tranquilo y cotidiano, sin prisas, sin tráfico ni atascos y sin stress. Sin ruidos que camuflaran el canto del vencejo anunciando el buen tiempo.
Solamente el lejano sonido de las campanas, llamando a los fieles. 

Ya no existen las labores callejeras, como la del paragüero, o el colchonero arreglando y vareando colchones de lana en la calle.
El afilador empujando su carrito, haciendo sonar el chiflo con bonita melodía. 
El vendedor de zambombas navideñas, de fabricación casera, a base de botes de conserva viejos o recogidos en la basura; adornados con papel de seda coloreado y una banderita decorando la pajita. 
El pavero, en Navidad vestido de típico blusón gris, arreando una piara de pavos, para que las madres y abuelas los sacrificaran, después de haberlos emborrachado con “coñac” y festejar la cena de Nochebuena, 
Las lavanderas, con el cesto de ropa a la cabeza.
Las peceras, pregonando —¡Compren peces vivitooos!
El basurero, con su carro tirado por una mula.
El heladero anclado al carrito encapotado.
—¡Hay helados oiga
El sereno equipado de un chuzo, vestido con viejo gabán, con ajada gorra visera de segunda mano sobre la cabeza (seguramente habría sido de algún guardia municipal). 
Y también el panadero montado en un caballo provisto de unos serones repletos de panes.
Así mismo ha desaparecido el “lañaero estañaor”, dedicado a reparar perolas, cazuelas y utensilios de cocina, a base de soldadura con estaño. Así como su pariente, el silletero, reparando sillas en la calle. Eran los quincalleros. (Quinquis)
También en las cafeterías de postín, estaba el cerillero, o vendedor de tabaco, casi siempre al estraperlo.
El lechero, era muy típico, ¡de madrugada voceaba.
— ¡Lecheroooo! El gracioso de turno, le contestaba. 
—¡Lechero, me cago en la leche!
La churrera con vocecita chillona. ¡Churreeeeira! 
—¡Y que me decís del botijero extremeño ¡
¡Con voz estentórea y acento regional ¡
¡Cántaro, “Botijgo”! — ¡Botijo finoooo!

Tampoco escuchamos a las operadoras de telefónica o telefonistas. Para llamar a otra provincia había que ponerse en contacto con la operadora de la Telefónica Nacional de España y solicitar la llamada al 009. — ¡Conferencias, buenos días!
Hablaban con un aprendido y raro “tonillo”, como si tuvieran unas pinzas taponándole la nariz y voz gangosa, notificando: 
—¡Su conferencia con Santander, tiene una demora de dos horas!
—¡Ajo y agua!
Posiblemente las habrían instruido con un cursillo y quedaron todas clonadas.
Jamás imaginaron el avance tecnológico, con la llegada de los móviles. Si le llegan a anunciar la llegada del Smartphone, les hubiera dado “el miserere”
¡Ah! Tampoco está el mielero,  pregonando:
    ¡Mielero Mieeel!


viernes, 25 de mayo de 2018

40 ESCRITURA A MANO


Parece ser, que eso de escribir a mano, no se estila desde haberse inventado la máquina de escribir, por el italiano Pellegrino Turri, en el año 1808. O al menos desde que el artilugio entró en las oficinas y en los hogares y eso ocurrió en la prehistoria.
 –– (Antes de mi historia).
Por ejemplo. En casa de mis padres había máquina de escribir antes del año 1960.
Yo tuve mi primera “Olivetti pluma”, allá por el año 1976 del siglo pasado. Años más tarde, me compré una “AEG Olympia” eléctrica, modelo carrera S –¡El último grito del momento!
La he intentado regalar, pero me la han rechazado. Con lo cual, me quedo con ella para mi museo del recuerdo.
Con el impulso de la tecnología y la llegada de ordenadores e impresoras, ya no se utiliza eso de escribir a mano, salvo, lógicamente en el colegio. Por este motivo, prácticamente nadie, hace buena letra, a no ser, algún añejo. 
– (Excluidos la mayoría de los médicos con letra indescifrable).
– ¿Lo harán a mal jabón?
— ¿O por prepotencia y sobresalir ante el inepto paciente, para que este incline la cabeza?
Si algún día llegáis a ser médicos, escribir bien legible o hacer una copia impresa. De esa manera no humillaréis a la parroquia ni al boticario. 
Por lo explicado anteriormente, unas veces me sale una letra mala y otras veces peor que mala, a pesar de intentar hacerla lo mejor posible. – ¡Pero, solamente por falta de práctica en el arte caligráfico!  No por suficiencia ni prepotencia.

viernes, 11 de mayo de 2018

39 SOLAMENTE UNA PREGUNTA BREVE



¿Porqué los cocineros manipulan o manosean tanto los alimentos?

Lo vemos continuamente en programas de TV. En todas las presentaciones de cocina, tanto en recetarios de cocineros afamados como en “reality sows”, o concursos. 
Manosean, manipulan y tocan, demasiado todo tipo de alimentos. Incluso he visto como alguno de ellos se chupaba los dedos, etc.
Véase, como ejemplo un programa famoso. Con todos mis respetos y bajo mi modesta opinión, se pasan un “pelín”. Incluso, se ha visto como le suda la frente al concursante de turno.
¿Dónde caerán las gotas de sudor? ¿Será para dar espectáculo?
Por ese motivo y, por otros, he dejado de verlo.
¿Qué es lo que ocurrirá en las cocinas de los restaurantes?
¿Sanidad, vigila la limpieza y manipulación de alimentos en estos establecimientos?
–¡Me da que no!
¿O solamente se dedican a la burocracia, para mayor comodidad del funcionario?
Cierto día, en el Parador de Zamora, incluyeron en mi comida un trozo de plástico. De nada sirvieron las reclamaciones.
Que yo haya visto, a lo largo de mi existencia, – nadie de mi familia, ni yo mismo, hemos tocado con los dedos ningún alimento; a no ser en raros casos muy puntuales e imprescindibles. ¡Eso sí! Con las manos bien limpias.
Para cocinar, existen multitud de herramientas, la mayoría, simplemente, para evitar el toqueteo. Y eso, los cocineros lo saben.
El sudor de las manos puede ser una vía de trasmisión del virus de la hepatitis B.
El 13% de la población pueden ser portadores de una infección oculta. Sin saberlo.
El VHB ataca al hígado y puede provocar infecciones de por vida, cirrosis, cáncer de hígado, insuficiencia hepática y muerte. 1
En las manos, existen miles de bacterias, microbios, gérmenes, parásitos, hongos y otra gran cantidad de agentes infecciosos, imperceptibles para el ojo humano.
En la mano viven muchas especies de bacterias diferentes, aunque lo más sorprendente es que cada persona posee bacterias y microorganismos, específicos a nivel individual.
En las huellas dactilares, es común encontrar estafilococos, que son las bacterias responsables de enfermedades comunes.
Otro tipo de bacterias presentes en las manos son los micrococos, responsables de trasformar el sudor en olor desagradable; y otro tipo de bacterias del género serratia, presentes tanto en las manos como en las vías respiratorias y en la orina. 2
     Cocineros manipuladores de alimentos. – Por favor un poquito de limpieza
     ¡Os he visto! Muchas veces, en bares, restaurantes y hoteles.

¡Lávate las manos!

1 Vid: (El País 06-03-2007)

2 Vid: (manoslimpias.es)

domingo, 29 de abril de 2018

38 CARTA A UN ZOQUETE


Ya anuncié en el momento adecuado, las virtudes de una abuela, ensalzando su valor a la hora de sacrificarse tanto por sus hijos como por sus nietos.
(También de un abuelo, no obstante, en otra escala).
Pero no es ese el argumento que  quiero tocar:
Deseo destacar, el modo de expresión escrita, en Facebook y otros medios sociales, de algunos y algunas atrevidas, que, refiriéndose a las bondades de las abuelas, y a otros asuntos intrascendentes, utilizan frases como ¨Mi abuela tiene un jardín¨, o “Mi abuela tiene un novio”. Además de otras estupideces y memeces parecidas, seguidas de la onomatopeya de la risa, “jajaja”. Por supuesto, todos los textos rebosantes de faltas de ortografía y mala redacción.
Cuando un texto se escribe en tono jocoso, no es necesario indicar la risa, cuando está bien escrito, puesto que toda persona lógica tiene la capacidad tanto de reírse como de manifestar otras emociones, siempre y cuando su cerebro esté adecuadamente amueblado; por lo que no es necesario sugerir la obligatoriedad de reírse, o llorar. — ¡Que yo sepa! 
Ya que la mayoría de los lectores, no son tontos.
El Diccionario de Real Academia de la Lengua Española, contempla la interjección ¡JA, JA!  Pero bajo mi punto de vista, hay que utilizarlo en puntuales ocasiones, sin abusar y bien escrito, separado por comas.
Por lo tanto, todos aquellos atrevidos a escribir en los medios sociales, deben de entender la semántica, el léxico y la ortografía.  Algo que al parecer no le interesa, solamente les mueve la astracanada, la vulgaridad y la risotada. 
Esto denota que el vocabulario de algunas y algunos zoquetes, parece limitarse a unas pocas palabras. Seguramente, por pasotismo, por falta de lectura y por no preocuparse de culturizarse adecuadamente. O bien, son analfabetos.
Las faltas de ortografía y fallos en la redacción de un texto, son algo que descalifica al personaje, puesto que la ignorancia es muy atrevida.  ¡Imperdonable!
Me pegunto porqué Facebook no cierra la cuenta de estos seres, que dejan mal al resto de la sociedad.

37 AMIGOS DE MOCEDAD


Como todo el mundo, yo tuve varios amigos, unos muy cultos, otros menos, e incluso otros incultos.

— ¡De todo un poco!

Porque yo creo que estoy capacitado para llevarme bien con todo el mundo. — Salvo con los membrillos.

Algunos de ellos, ya se han ido al patatal y otros siguen aguantando conmigo estoicamente los avatares de la vida.

Uno de ellos, de los más alocados, de cuyo nombre no quiero recalentarme los cascos.

En su juventud, primeramente, fue guarda de parques y jardines. Vestía uniforme estilo dibujo de Mingote. Sombrero gris de ala ancha, botas de media caña, tahalí, pantalón bombacho y guerrera de gran solapa roja.

Después ejerció como empleado de ayuntamiento. En su tiempo libre trabajó en el mercado como estibador de camiones, lo cual le proporciono mucha fuerza y vigor, debido al trasiego de cajas y bultos pesados. Tanto es así, que exhibía su fuerza en eventos y reuniones, cogiendo en brazos a las señoras junto con la silla en la que estaban sentadas.

— ¡Para dar la nota!

Al fumarse la tabacalera casi entera, cierto día, el médico le recomendó no fumar cigarrillos.

Como lo interpretó mal, se dio al vicio de los puros, (más bien tagarninas) fumándose 17 todos los días.

Por segunda vez, el médico lo llamo loco.

Como la cosa no pintaba bien con el tabaco, se dio a la afición cervecera, trasegando 6 litros del líquido alcohólico todos los días. Hasta que la sabia naturaleza le pasó factura, avisándole con un ataque. Se libró por los pelos de la partida hacia el averno.

Ahora, con las restricciones prescritas, ha cambiado de vicio, puesto que la recomendación es comer alimentos no azucarados. Desayuna un tazón de leche migada con un kilo de galletas y repite lo mismo en la merienda.   — ¡Eso sí! ¡Sin azúcar!

¡Que Dios lo coja confesado!



Dentro de esta fauna de amigos que tuve, había uno; V. M., q.e.p.d. Muy inteligente y bastante ilustrado. Como se tomaba la vida en tono jocoso, recuerdo que cuando los domingos le pedía la paga a su madre, lo hacía al estilo gánster. Con el cuello del abrigo subido, sacaba del bolsillo interior una pistola de agua pintada de negro, intimidando a la “mujerita”, — ¡La Pasta!

La mujer, amedrentada, sacaba el monedero sin más dilación.

Supo vivir la vida de forma agradable, complaciendo a todos sus amigos y allegados.

Para él, mi grato recuerdo.


36 EL BONITO CUENTO, DE LAS MOSCAS DE BERNARDITO


A mi celebrado y proceloso amigo, Bernardo (Tito en lo íntimo), que es, entre otras cosas, uno de los hombres más conspicuamente bárbaros que haya podido conocer.
Versado en chotearse del amigo y no con él, siempre bajo estrambote y coda.
Gran veterano y aberrado catador de tagarninas, birra, Pilsen y lúpulo.

Las moscas de Bernardito, seguramente descendientes de los reyes Godos, son unas moscas negras, molestas, belicosas e inquisidoras, a las que hay que tratar con consideración, pues Bernardito las cuida con mucho respeto y esmero; son su más admirada compañía. Le gusta ver como saltan desde lo escatológico hasta a lo dulce, dejando su deyección sobre ello.

La hay de varias razas:

“Musca doméstica”, de mula, de burro, mosca azul, mosca verde, de la carne, moscarda, moscardón, mosca escorpión y mosca zumbadora.

Y si alguna de ellas se porta mal, la castiga con un zapatillazo, aplastándola encima del bollo, acto seguido, reparte con primor las piezas de pan entre todos los invitados.

Esos hostiles, mimados y bien alimentados dípteros, se reproducen en bandadas, siendo los dueños absolutos de la estancia, y no vale perseguirlos, se han hecho inmunes a cualquier atrapamoscas, insecticida o spray.

¡Eso sí! Las moscas, están bien educadas. 

En las cenas y veladas a las que Bernardito invita a sus amigos, ellas cuidan muy bien de los convidados; posándose en los platos, en el borde de los vasos y “excretando” en los postres. A todo esto, Bernardito, la goza con el buen comportamiento de sus fascinantes moscas, y no consiente que nadie las intimide.