martes, 4 de septiembre de 2018

44 HISTORIETA DE PETER


UNA HISTORIA DE LA CASA CUNA

Conozco desde hace tiempo a un tal “Peter”, ya jubilado, paseante, acompañado de un chucho viejo y que tiene un hijo “murciélago”  anarquista.
Tuvo la desgracia de ser expósito. Pasó su niñez y primera juventud en la inclusa, seguramente hasta que alcanzó la edad laboral, ejerciendo después como oficial de cerrajería. 
Charlando un día con él junto a la barra de una tasca, me contó una historieta graciosa.
Al parecer, en el hospicio, tenían un dormitorio enorme de 40 o 50 camas, en el que dormían todos los asilados juntos, igual que en un viejo sanatorio del principio del siglo XX.
Como todos eran unos críos y le gustaba la “jarana”, el director ponía de vigilante al de más edad. (Hasta que todos estuvieran dormidos).
Lo llamaban “RAO”, diminutivo de “Venerao”. Su nombre era el de Venerado, –Pero… 
Al parecer este hombre era un poco retrasado mental; mirándolo bien, era tonto, lo que se dice, un melón, pero no uno cualquiera, sino un zoquete conspicuo.
También, entre los chicos había un sordomudo, juguete y pitorreo de los demás chavales, (para agravar su desgracia). 
Jóvenes desvalidos, tristes, llenos de miseria, desnutridos, maltratados, castigados severamente sin motivo y dejados todos de la mano de Dios.
Cuando “El Rao” apagaba la luz y ordenaba silencio, algún bromista daba unos cuantos gritos, con el consiguiente regodeo de todos.
–¿Quién ha sido? –Voceaba “El Rao”, con la vara amenazante en la mano y encendiendo la luz.
¡El mudo! ¡Ha sido el mudo! –Clamaban los traviesos con gran  jolgorio.                             

El pobre sordomudo, ya dormido, se despertaba a base de una serie de varazos y alaridos del “tonto”. Sin saber a qué venía el flagelo. 
De la bronca, no se enteraba, el pobre.


                         Dormitorio de niños del Hospicio

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