Me contaron hace tiempo, que pulula por
esos rurales mundos de Dios, un vivales, dedicado a practicar la dicha del
gallo. Imitando así, al ave galliforme de la famosa copla:
Racatapún chinchin el gallo sube … ♪ ♫
Después se larga a su bucólica cabaña, como
eremita de vida ascética, solitaria y sacrificada, lejos del mundanal ruido
acompañado solamente de la fauna silvestre, para regresar presuroso en domingo
y cumplir con su íntimo deber instintivo.
¡La
“gallina”, no importa! Ya se encargará de tener la muda limpia y preparada para
la semana siguiente.
− ¿Será eso el éxito y el talento?
− ¡No sé yo!
− ¡Me da mala espina!
También hubo otro “espabilao” que tuvo la mala fortuna de llevarse la barragana
a casa, para que su mujer (modista), le confeccionara un vestido a medida. Según
dicen por ahí, al parecer su cerebro es comparable a una bellota.
Se de otro pillo, apasionado de sendas
concubinas ajenas al maridaje, este ejerce la poligamia, cosa que viste mucho
en algunos círculos sociales, al estilo de viejas películas españolas de López
Vázquez o Alfredo Landa.
Me he enterado de estos y otros hechos durante mi larga trayectoria por
este valle de lágrimas. Pero realmente, no sé por qué me sorprendo puesto que ya
se sabe que esas artimañas son tan viejas como el mundo. Incluso la nobleza se
permite ejercer esas tecnologías.
Ahí queda la anécdota de algunos vivillos
que he conocido, no le tengo aversión a ninguno puesto que cada cual es libre
de hacer lo que quiera ¡De lo suyo ponen!
Todo lo dicho es cierto, aunque en su
momento no daba crédito, puesto que no soy partidario ni practico esas
artes, para otros naturales, y lo siento, pero no me resisto a contarlo en tono
anecdótico y socarrón. Después de estas gestas, no me extraña que pulule algún
cornúpeta que otro por esas calles del Señor.
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